martes, 18 de marzo de 2014

* Boeing 777-200ER-Malaysian Airlines y una zona misteriosa..Nan Matol-parte 1 *

***Excelente noche de Martes amigos y lectores.

Cuando el avión malayo desapareció misteriosamente y se lo busca denodadamente, de inmediato mi mente regresó a un tema que leí hace muchos años.
Hoy, se habla de las *posibles rutas* que el avión habría cambiado, lo cierto es que en esa vasta zona se esconde otro, de los grandes misterios de nuestra humanidad.
No quiero con éste post decir que el avión aparecerá o desapareció en tal o cual lugar, simplemente me pareció una excelente oportunidad para traerles ésta historia que además, va de la mano con muchas de nuestras investigaciones sobre la religión y las culturas ancestrales.
La zona en cuestión es cuanto menos mágica, misteriosa y atemorizante a la vez.
Hoy la primera entrega y mañana el final
Repasemos primero la historia para saber de qué hablamos;



La historia pre-colonial de Pohnpei se divide en etapas: Mwehin Kawa o Mwehin Aramas =1100 aC=; Mwehin Sau Deleur =1001 aC hasta 1628 aC=
En Pohnpei se encuentran interesantes ruinas de una civilización micronesia, destacando las ruinas de Nan Matol.
Las islas Carolinas, dentro de las cuales actualmente se engloba la isla de Pohnpei, fueron descubiertas el 22 de agosto de 1526 por el explorador español Toribio Alonso de Salazar. El 1 de enero de 1528 el descubridor Alonso de Saavedra tomó posesión en nombre del Rey de España de las islas de Uluti, siendo visitado el archipiélago en 1542, Islas Matelotes, 1543, 1545 y por Legazpi en 1565.
El primer visitante europeo de Pohnpei fue Pedro Fernández de Quirós, comandando el barco español San Geronimo.Avistó la isla el 23 de diciembre de 1595; su descripción de la misma es breve y no llegó a desembarcar en ella. La segunda visita europea conocida no se produjo sino hasta mucho después, por el australiano John Henry Rowe, su barco John Bull llegó a la isla el 10 de septiembre de 1825, siendo atacado por los nativos. Pohnpei, junto con las Islas Senyavin, fue definitivamente incluida en las cartas de navegación europeas tras ser avistada por el navegante ruso Fyodor Litke en 1828, más de dos siglos después que el resto de las Islas Carolinas.

En esta isla se encontró la principal sede de gobierno de las Carolinas. Los españoles denominaron Ponapé a la isla y establecieron en ella la ciudad de Santiago de la Ascensión, que se convirtió en su primera capital. Como era la sede de la colonia española =compuesta por funcionarios, militares, misioneros y trabajadores filipinos= pasó a conocerse sencillamente como Colonia o Kolonia, adyacente a la capital actual, Palikir.
En 1885 a instancias del gobierno de España, se organizó en Filipinas, entonces colonia de España, una nueva expedición para proceder a la definitiva ocupación del archipiélago de Las Carolinas, de soberanía española. Se eligió como sede del Gobierno la isla de Ponapé, en la zona oriental del archipiélago, extendido en 2.000.000 de kilómetros cuadrados oceánicos, mediante el triple apoyo Manila-Guaján-Ponapé, que posibilitaba además un eficaz patrullaje de aquella dilatada amplitud de aguas jurisdiccionales.
Fue nombrado jefe de la expedición el comandante Posadillo, quien arribó a la citada isla a finales de 1885. Instalóse en ella la escasa guarnición y los equipos administrativos. La empresa no era económicamente rentable por *la poca variedad de los productos de exportación, el alejamiento de los mercados, el no poder ocupar más que un reducido número de kilómetros cuadrados y lo costoso de mantener crecido número de destacamentos*; se debía más bien a imperativos de prestigio. Por ello cuando en 1887 se produjo una sublevación de los indígenas, quienes asesinaron a la totalidad de la colonia española, inmediatamente se dispuso la salida de una nueva expedición.



Una carta desde España ordenaba tomar todas sus posesiones de ultramar e islas adyacentes en 1858, en un fragmento mandaba a las tropas que compusieron la siguiente expedición española a cargo del comandante Díaz Varela. Se incorporó a la misma en calidad de gobernador del archipiélago otro jefe de la Armada, don Luis Cadarso y Rey, que moriría once años más tarde en Cavite, abordando el acorazado estadounidense Olímpia, insignia de la flota estadounidense. Se alcanzó Ponapé tras doce días de penosa travesía y se reconstruyó lo que los indígenas habían destruido, encerrándolos en un fortín. Al ver éstos en la isla una importante presencia militar, acataron la autoridad española, aconsejados por un europeo llamado Deoane, que vivía entre ellos, y que tal vez fue el instigador de la anterior rebelión. Mientras duró el dominio español en la isla se sucedieron los períodos pacíficos y las escaramuzas sobre aquel territorio de complicada morfología que dificultaba las operaciones. A las rebeliones con frecuencia se unían indígenas de las islas adyacentes sobre las que no se podía ejercer un control efectivo. A lo largo de esos años las bajas españolas como consecuencia de estos enfrentamientos fueron proporcionalmente numerosas. Fue con frecuencia necesario aplicar la autoridad con absoluta contundencia. De la época colonial se conservan los restos del Fuerte Alfonso XIII, conocidos como *Spanish Wall*.
Pohnpei =hasta 1990 Ponapé, anteriormente Bonabí= es uno de los cuatro estados que constituyen los Estados Federados de Micronesia, que recibe el nombre de su isla principal, una de las Islas Senyavin.

En ella se encuentra la capital federal, Palikir, englobado en el archipiélago de las islas Carolinas.
En español, la denominación es Ponapé; en su lengua ponapeña la denominación oficial es Pohnpei. En inglés, se usan Ponape y Pohnpei.
El territorio del estado de Pohnpei tiene una superficie de 346 km², estando constituido por una isla principal =Pohnpei= y 161 pequeñas islas y atolones. Su altitud máxima =791 m=se encuentra en un picacho remanente de un volcán.
Tras la guerra hispano-estadounidense de 1898, Alemania compró la isla a España; bajo soberanía alemana, la colonia fue nombrada oficialmente Kolonia. Pohnpei fue ocupada por Japón durante la Primera Guerra Mundial, tras la cual la Sociedad de Naciones declaró que las islas Carolinas debían pasar a administración japonesa, como deuda de guerra por la derrota alemana, junto con las islas Marshall y las Islas Marianas =excepto Guam, territorio estadounidense=. La soberanía japonesa dura desde 1914 hasta 1945.
Durante la Segunda Guerra Mundial la isla fue soslayada en las campañas anfibias estadounidenses entre 1943 y 1945.



Las instalaciones militares fueron bombardeadas en varias ocasiones, incluyendo los bombardeos de los barcos de batalla USS Massachusetts =BB-59= y USS Iowa =BB-61=, así como el ataque aéreo de Cowpens =CVL-25=. Al término de la guerra, las Islas Carolinas pasaron a formar parte del Territorio en Fideicomiso de las Islas del Pacífico.
Los Estados Federados de Micronesia obtuvieron la independencia total en 1990. Desde entonces, Pohnpei ha sido un resguardado puerto tropical bajo control indirecto de los Estados Unidos.
La población en 2001 era de 49.300 habitantes.
El atolón de Pingelap, ubicado varios cientos de kilómetros al este de Pohnpei aunque perteneciente al estado de Pohnpei, se destaca por el alto índice de acromatopsia de sus habitantes. Esta ceguera del color es relativamente rara, pero aparece a menudo en comunidades con baja variabilidad genética. Pingelap fue descrita en el libro *The Island of the Colorblind* =la isla de los ciegos del color= por el neurólogo Oliver Sacks.
Las antiguas islas artificiales de Nan Matol se encuentran cercanas a Pohnpei.
El hipotético continente de Lemuria, formulado por científicos en el siglo XIX, fue relacionado posteriormente con Pohnpei. Las leyendas surgidas alrededor de Lemuria llevaron a místicos franceses a relacionar estas leyendas con las inusuales ruinas de Nan Madol, explicando la existencia de estas ruinas como lo que restaba emergido de ese hipotético continente tras un cataclismo. Posteriormente, escritores como Lovecraft y August Derleth aprovecharon tales mitificaciones para situar en Pohnpei la entrada a fantásticas civilizaciones de terribles alienígenas; en los 1960 el ufólogo Erik von Däniken afirmaba que las ruinas de Nan Matol y otras en Ponape se debían a la obra de extraterrestres.

Andreas Faber-Kaiser relató la experiencia de su investigación en el archipiélago en 1991, extracto de su grueso trabajo;

Debajo de la isla de Pohnpei =o Ponape=, en el océano Pacífico, se esconde una página secreta de la historia de la Humanidad. Por esta razón, los iniciados de la hermandad de los *tsamoro* le dan a su isla justamente este nombre: *Sobre el secreto*. Frente a sus costas se asientan las ruinas de la enigmática ciudad acuática de Nan Matol, construida =nadie sabe cuándo ni por quién= con gigantescos bloques de basalto sobre 91 islotes artificiales.
Invadida por la jungla y los manglares, continúa siendo para los nativos una ciudad prohibida, que =de acuerdo con su tradición= acecha con la muerte a quien osa permanecer en ella después de la caída del Sol.
En este enclave de las Carolinas orientales, en la Micronesia, averigüé sobre el terreno cuanto allí se esconde. Acumulando vivencias en la jungla de los montes y en los manglares de las aguas litorales, conviviendo con los transmisores del conocimiento de la isla, he ido recomponiendo el rompecabezas de la desafiante historia de Pohnpei =descubierta por navegantes españoles en el siglo XVI= que mantiene a muerte un solo principio: no revelar jamás todo lo que alberga.
En 1939 había aparecido en la Prensa alemana una curiosa noticia: afirmaba ésta que submarinistas japoneses habían efectuado inmersiones en la isla carolina de Ponape =la antigua Pohnpei= y habían sacado del lecho del mar trozos de platino.



Pero no de alguna formación natural recubierta de coral, sino de un tesoro submarino.
Noticias posteriores afirmaban que en la costa oriental de Pohnpei se hallaban diseminadas en una amplia área misteriosas construcciones cubiertas por la jungla: un sistema de canales, muros ciclópeos, ruinas de fortificaciones, ruinas de palacios...
Ya mucho antes de la primera gran guerra =explicaron los nativos= buscadores de perlas y comerciantes japoneses habían efectuado sondeos clandestinos en el fondo del mar.
Hasta que los submarinistas regresaron con narraciones fabulosas: allí abajo se habían podido pasear por calles en parte bien conservadas, si bien recubiertas por moluscos, colonias de corales y otros habitantes marinos, amén de algún que otro vestigio de ruinas. Desconcertante había sido, según ellos, la visión de numerosas bóvedas de piedra, columnas y monolitos.
Esta misteriosa ciudad submarina albergaba tesoros concretos, debiéndose hallar en el centro de la misma una especie de panteón de los nobles del lugar, cuyas momias yacían allí. Pero aquí viene lo asombroso: cada una de estas momias estaría encerrada en un sarcófago de platino. Estos son los sarcófagos que =ya en época de la dominación japonesa de la isla, o sea entre las dos guerras mundiales= habrían localizado los submarinistas nipones.

De acuerdo con estos testimonios, habrían ido extrayendo platino del fondo marino hasta el momento en que dos submarinistas ya no volvieron a emerger.
Desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo su moderno equipo de inmersión y de trabajo: jamás nadie volvió a verlos.
Pohnpei se presentaba como un reto fascinante. Pero quedaba una sola duda: ¿se trataba de comentarios fantasiosos de gente ávida de sensacionalismo?
Para despejarla, valía la pena estar volando, como lo estábamos haciendo Miquel Amat y yo, en pos del Sol.
*Allí la gente no va*.
Que esto no lo hacía nadie, que la gente se iba, pues... a Hawaii o a las Fidji, pero allí no:
*Allí se comen a la gente*, me decía un oficial de inmigración en el aeropuerto neoyorquino John F. Kennedy.



Mal informado estaba el funcionario yanqui sobre las actuales preferencias culinarias de los pohnpeyanos, pero menos aún sabían en las agencias de viaje de la otra costa americana:
*¿Y eso dónde cae? Es la primera vez que lo oigo*, me confiesa un veterano empleado de la Western Airlines en Los Angeles.
En eso, parecía evidente que el inquisidor de New York había tenido razón: a Pohnpei la gente no iba.
Ya en pleno Pacífico, a mitad de camino entre Los Angeles y Pohnpei, con más de 15.000 km de vuelo a las espaldas desde nuestra partida de Barcelona y con todavía algo más de 4.200 km de sobrevuelo del océano Pacífico por delante, tampoco habían oído hablar nunca de Pohnpei.
Ni siquiera el experimentado taxista hawaiiano que nos llevó del aeropuerto de Honolulu a la playa de Waikiki. Únicamente el gerente del restaurante Tahitian Lanai en Waikiki supo aportar algo concreto; conocía Pohnpei: que si lo nuestro era el masoquismo, que fuéramos allí.
Pero que el Pacífico ofrecía mil rincones para visitar antes que éste.

Al día siguiente nos esperaba por fin nuestro noveno y definitivo aterrizaje desde que partimos de Barcelona. El volante correo del Pacífico nos había llevado de Honolulu al atolón de Johnston, de allí al de Majuro, y de éste a la base de misiles de Kwajalein.
Después de haber estado sobrevolando y aterrizando en atolones que eran superficies desérticas y absolutamente planas que a duras penas rebasaban en algún metro el nivel del mar, el espectáculo que hora y media más tarde se ofreció a nuestros ojos a la izquierda del avión, cuando surgimos por debajo de la capa de nubes, fue realmente impresionante: una lúgubre mole de montañas totalmente cubierta de espesa jungla de un pegajoso color verde oscuro, aparecía envuelta en sus cúspides más elevadas por neblinas y nubarrones blancos, grises, pesados.
Sobrevolamos los arrecifes de coral del extremo norte de la isla, e inmediatamente surgió un poco más a la izquierda el islote sobre el que se extiende el campo de aterrizaje de Pohnpei.
El aterrizaje =huelga decirlo= sin ayudas de tierra: a ojo.



Al segundo día nos instalamos en una cabaña de madera con cubierta de hoja de palma, cuyos lados ofrecían amplias franjas abiertas por las que pasaba el aire pero nunca la lluvia, abundante lluvia en esta isla, que cae intermitentemente durante 300 de los 365 días del año.
A una temperatura media permanente de 27-28°C, este tipo de alojamiento es el único idóneo para el lugar.
Tuvimos que acostumbrarnos a compartir el interior del habitáculo con lagartos, lagartijas, sapos, caracoles gigantes y la visita diaria de una rata. Pero todo esto quedaba compensado por la magnífica vista tropical que desde nuestra cabaña disfrutábamos sobre la Bahía de la Mala Acogida, como la bautizaron cuando la descubrieron en enero de 1828 unos navegantes rusos, a causa del poco hospitalario carácter de sus moradores. En la primera noche de estancia en la isla ya tuvimos una clara muestra de que allí nos preguntarían más de lo que nos dirían. Fuimos a dar una vuelta a pie para la primera toma de contacto con el nuevo entorno. La oscuridad, total. Solamente la tenue luz de alguna vela o quinqué en las cabañas cercanas. Sin previo aviso rompió a llover bastante torrencialmente, a lo cual no tardaríamos a acostumbrarnos.
De la oscuridad surgió una figura igual de oscura que nos invitó por señas a seguirla.

Nos ofreció cobijo en la cercana cabaña de reunión de los hombres del lugar.
Estaba ocupada por unos quince individuos que nos fueron estudiando en silencio, mientras dos de ellos se alternaban en hacernos preguntas concretas sobre nuestra estancia en Pohnpei: qué habíamos venido a hacer aquí, cuándo habíamos llegado, qué lugares pensábamos visitar, y =algo que parecía interesarles especialmente= cuándo volvíamos a abandonar la isla. Intenté ganar tiempo con respuestas evasivas hasta que paró de llover.
Entre aventuras, con tiento y con paciencia, logré conectar con el paso de los días con algunos de los transmisores del conocimiento ancestral de la isla =a la que James Churchward consideraba asentamiento del santuario del supuesto continente hundido de Mu=.
El enigma principal que ofrece son las ruinas de Nan Matol. Con respecto a ellas, la arqueología oficial reconoce abiertamente su desconocimiento absoluto sobre la finalidad de las más impresionantes ruinas del océano Pacífico; es más, de la única ciudad en ruinas que puede visitarse en los 166 millones de km2 de dicho océano.



Pero además de este enigma principal, arqueológico, existe un foco mágico de la isla, oculto en la abrupta espesura de la jungla de Salapwuk, en las alturas montañosas del reino de Kiti, en el suroeste de Pohnpei. Allí y en otros puntos de la isla, la memoria de los pohnpeyanos perpetúa hasta hoy el recuerdo de gigantes, el recuerdo de personas que sabían volar, el recuerdo de una raza que recurría a asombrosos poderes mágicos que permitían el transporte aéreo de grandes bloques de piedra.
Pensile Lawrence, uno de los transmisores vivos de la historia esotérica de Pohnpei, me contó por fin, al cabo de dos interminables semanas de evasivas y de negativas a la ansiada entrevista, esta historia de sus orígenes:
*Nueve parejas =nueve mujeres y nueve hombres= erraban en una canoa por el ancho mar, buscando una tierra nueva en la que establecerse. En esto pensaban cuando se toparon con un pulpo hembra de nombre Letakika. Cuando éste averiguó el motivo de su viaje, les indicó un lugar del océano en el que había una roca que surgía por encima de las olas. Las nueve parejas prosiguieron su camino y hallaron la roca. Sobre ella comenzaron a construir la isla. Luego, dejaron en ella a una pareja, un hombre y una mujer, mientras que el resto volvieron a marchar.

El nombre del hombre que se quedó en la isla no tiene importancia; no tenía nombre. Sí lo tenía el de la mujer: se llamaba Lemuetu. Lemuetu es la primera madre de Pohnpei. Por ello sus habitantes se asientan sobre un matriarcado. En su canoa, las nueve parejas llevaban alimentos para comer y para plantar en la nueva tierra*.
Apuntaré aquí solamente que el 9 es =para las empresas de la especie humana= el símbolo del nacimiento.
Ahora bien, las características de la nave-canoa, con alimentos y plantas para sembrar en el país nuevo, el hallazgo de una roca de tierra firme sobre la cual establecer un nuevo núcleo humano, la indicación de la cercanía de la nueva tierra por parte de un animal =aquí es un pulpo= la equiparan a la nave-arca de Noé que navega igualmente en busca de la nueva tierra.
La lenta ascensión a pie a través de la jungla propicia el que solamente llegue hasta Salapwuk aquél a quien los celadores del santuario se lo permiten. Tanto es así, que Miquel y yo fuimos los primeros extranjeros que han llegado a pisar aquellos parajes vírgenes.
En busca del lago de agua dulce en el que, en las alturas de Kiti, crecía la misma hierba que crece abajo en el mar.



Mañana finalizamos con la última parte.

Quizás los restos aparezcan o no aparezcan nunca, quizás los del avión pero no los de sus viajeros. Si no hay sobrevivientes éste caso yacerá tan indescifrable como lo es Nan Matol.
Sólo acotar que el coronel James Churchward =coronel retirado del Ejército Inglés=, Lemuria-Mu eran de unos 8.000 kms. de largo y 3.000 kilómetros de ancho, un hermoso paraíso tropical como el Jardín del Edén.
Habitaban allí 64 millones de personas que murieron en el hundimiento, que data de más de 50.000 años. Las islas del Pacífico son la montaña restante de las cumbres del continente perdido. Mapas detallados precisos del continente perdido de Mu y la Atlántida se encuentran en la tabletas de piedra tallada, pre-Incaicas de Ica- Perú, según el Dr. Javier Cabrera, grabados en piedra y fotografiados por Robber Charroux.
El Diplomático de las Naciones Unidas Farida Iskobiet, asistente del Presidente de las Naciones Unidas Adam Malik, viajó a Maui en 1972 e investigó las ruinas de Lemuria y su historia, y concluyó en que eran reales.
Una de las principales autoridades de Hawai en la investigación de Lemuria fué el Sargento de Inteligencia del Ejército en Oahu, Williard Wannall, él Informó que existían las ruinas de una ciudad sumergida entre Maui y Oahu. Fué un proyecto de alto secreto Naval de Inteligencia en 1972.

Nos re-encontramos mañana.
Gilgamesh***

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