domingo, 18 de octubre de 2015

* La Madre *

***Bellísimo Domingo del Día de La Madre a todas las Madres.

Dejando de lado la estrategia mercadotécnica y comercial que el sistema le infunde a ésta celebración, nosotros, quienes tenemos bien en claro la función y la razón de ser de lo que la Madre significa, no podemos más que ensalzarla y rendirle siempre un homenaje sentido cuando ya no la tenemos aquí en éste plano material, y quienes gozan de tenerla a su lado darle todo el amor del universo que ni siquiera es suficiente para retribuírle semejante milagro, dentro de un mundo maquinado para despreciar la vida.

Como siempre digo y siento en éstas fechas, el reconocimiento también para aquellas mujeres que no parieron vida de sus vientres, pero que les nacen hijos del corazón a quienes aman con el mismo amor como si hubieran sido gestados en su seno.
Y ni hablar de esas Madres que le ponen el pecho a la vida haciendo doble función cuando el hombre se lava las manos como Pilatos.
¿Y cómo no aplicar la Gnosis también a ésto?



Si he de imaginar a aquél Pleroma donde moraba lo Supremo en el principio, ese Supremo era una unidad tan inconcebiblemente Perfecta que lo femenino y masculino moraban en él en perfecto equilibrio y armonía, a qué punto es Indescriptible que los artículos *Él o La* no debería usarse como los usamos.
De esa Unidad emana Barbelo, parte femenina para Crear, lo que antes era Unidad Absoluta y Única, se torna en *lo femenino*, substancia Imprescindible que funda la reproducción dentro del Pleroma. Hijas y hijos nacen, y Sofía Madre en su afán de crear da a luz a un hijo que desgraciadamente no sale como esperaba.

Pero la regla de ese Pleroma siempre es el amor, un amor tan grande e inexplicable para nuestros conceptos del amor, que nos dice *amar es no aniquilar* ni siquiera a aquello que resulte ser un producto no deseado. 
Y Sofía sufre, como sufre cualquier Madre cuando el fruto de su creación es distinto a lo soñado, porque Sofía soñaba parir gloria para el Pleroma, y su parición fué lamento, dolor, culpa y clamor.
Y nadie fué aniquilado, ese Demiurgo que hoy se deleita haciéndonos para su errado sentido del amor, goza del tiempo para redimirse.



Y así como los nietos y bisnietos, tataranietos, choznos, bichoznos y todas las generaciones innombrables pasan, pasan las Madres trayendo al mundo la vida, con la enorme esperanza de que ese hijo depure la cadena del error. Un error que nosotros no elegimos, pero que debemos asumir como un enorme desafío en éste mundo hostil, por nosotros mismos, por los que se han ido y por los que vendrán.
De una mujer Madre venimos al mundo, y aún no sabiendo si vinimos por casualidad, por accidente, por instinto o por amor, ella asume su innata vocación de amarnos.

Y nosotros quienes nacimos hombres, a lo largo de la vida buscaremos a su vez hallar a esa mujer que nos comparta el misterio de transformarnos en Padres, y ella es la Madre de nuestros hijos. De nuestros hijos, si hay una hija será la Madre que nos hará vernos reflejados en los nietos, si hay un varón, éste buscara a la que será la Madre que igualmente sin proceder de nuestra raíz nos hará abuelos, lo cual implica que esa Madre no siendo hija nuestra nos regala también el misterio de hacernos abuelos de igual forma. Y si no tenemos ni hijos ni hijas, las adoptamos con el mismo amor que quienes paren, en definitiva, la Madre es una entidad amorosa presente sin la cual éste mundo sería más sombrío de lo que es.



La Madre hace lo mejor que puede en un mundo doblemente hostil para ella, razón por la cual pensarla, sentirla y amarla es lo mínimo que podemos hacer para honrar su Misterio Divino. En mi caso, haberla perdido físicamente a tan temprana edad me enseñó a amarla desde la ausencia, lo cual se transformó en un dolor que me educó a partir de lo que no se tiene, en lugar de lo que sí se tiene.
Y pienso en cuántas cosas Mamá no pudo ver de su hijo, cuántas cosas me perdí de experimentar sin ella físicamente presente, y una cosa habría sido amarla teniéndola y otra cosa fué amarla sin su presencia. 

El amor hacia la Madre va mucho más allá de éste mundo, y es.. inexplicable.
Creo que hasta la maldita y perversa muerte creada para nuestro sufrimiento, no puede contra el poderoso amor que la Madre nos deja impregnado.
No es el echo de amarla por traernos a la vida, sino el amor que nos enseña al criarnos, el amor de una Madre es la derrota del demiurgo, y el amor de un hijo hacia el amor de esa madre es la esperanza de que con amor, vamos a vencer a la misma muerte.



Yo sé, claro que lo sé, que muchos han tenido la mala fortuna de venir al mundo y no sentir o experimentar el amor de su Madre, y de esa Madre no guardan ningún buen recuerdo o sentimiento. Y se la juzga, y se la malrecuerda, pero cuando pasan los años y la razón aquieta al rencor, yo estoy seguro que indagarían en el pasado para comprender la raíz de esa carencia, y es solo a través de poder estar en la piel de aquella Madre de aquél momento, cuando el perdón y la compasión lavan el rencor.

Con su presencia o con su ausencia, la Madre siempre será la impregnación del amor, y reitero, no por el mero echo de concebir, sino de amar a lo que ha concebido salga como le salga...

De mis 51 cumpleaños tan sólo 14 fueron en su presencia física, el resto fueron cumpleaños teñidos de ausencia, y aunque me siga poniendo más viejo y más reflexivo, mi racionalidad siempre se verá quebrada por el inexplicable misterio del amor a la Madre.



Siempre me he preguntado sobre la fuerza misteriosa de ese amor que no es de éste mundo, porqué generalmente el macho trae los rasgos de su Madre, y la hembra de su Padre, ¿verdad? en las pocas fotos que conservo de Mamá me veo yo, el espejo me devuelve en mis rasgos sus rasgos, y en mi hija me veo también, y será que en la trampa fallida e imperfecta del demiurgo se ha colado ésta fuerza para que nunca olvidemos esa parte que nos falta cuando la partera dice *es Varón*, o cuando dice *es Mujer*. 

Creo que el amor de la Madre y esa heredad física en el hombre es una ley que nos recuerda la obligación y el derecho de poner a la mujer en el lugar que le pertenece, de una igualdad que le pertenece por naturaleza Divina, y que en éste mundo cruel se ha intentado ocultar, como si la división física hembra-macho no bastara para quitarnos nuestra identidad como UNIDAD. 

Espíritu Divino seccionado en dos partes cortadas de cuajo, diferenciadas adrede como opuestos, y nos buscamos intentando revertir esa ruptura para ser UNO....
No podemos...nuestro concepto de amor está netamente identificado con las leyes de los gobernantes, es decir...de los arcontes, y cuando creemos cumplir dichas leyes no estamos haciendo más que seguir en el error.



Nos enamoramos..., algo similar al echo de *concebir* una nueva vida, un nacimiento de algo, pero el amor se aprende después amando lo concebido, y descubrimos que sólo una Madre puede asumir semejante misterio, puesto que de los enamoramientos no siempre perdura el amor. 
Por más buena voluntad y apego a lo pre-establecido que tengamos, las parejas no prosperan, se separan, se divorcian, se descubren como amores fallidos, y se vuelven a dividir o se sostienen aún sin amor, y sólo la conveniencia y los asuntos civiles y legales y los afectos y los arraigos materiales, nos suelen unir con alfileres.

Sólo una Madre persiste en el amor a sus hijos, ese amor no se gasta, es puro y aunque lucha contra tanto desamor, se hace indestructible.
Y las trampas artificiosas vuelven a aparecer, intentando disolver el poder de lo femenino en éste mundo.
No se cansa nunca una Madre de amar a sus hijos, no se cambia ese amor, será que el echo de salir de sus entrañas encierra el misterio que en el amor de dos partes que se buscan no existe o existe lleno de desaciertos. Se puede cambiar de novia/o, de esposa/o, de amiga/o, incluso hasta de padre, pero de Madre...es imposible.



Se deshace el enamoramiento y termina el amor entre hombre y mujer, porque son unidades independientes la una de la otra, pero no se puede deshacer lo que surgió de un ser, y fíjense que podríamos pensar que la Madre sin la semilla del hombre no podría parir, que es la otra parte necesaria para engendrar una vida, pero esa es una cuestión mecánica o fisiológica, porque finalmente venimos al mundo desde dentro del cuerpo de la Madre, he allí una gran diferencia, somos el fruto del desgarro de un único cuerpo, el de la mujer, que es Madre. 

Y el maldito dolor del parto y el desgarro que condenó a la mujer a parir vida sufriendo, ni siquiera pudo estropear el amor que la Madre tiene por los hijos. Es la Madre el vehículo que el demiurgo necesitó para producir el gran elenco necesario para su egoísta obra, pero a la vez es la Madre, la que trae el Espíritu Divino que se revela ante el orígen del mal, es su amor lo que permite que el amor también se reproduzca en lo que ha traído a nacer, y es el amor de las Madres el testimonio vivo de esa oportunidad que traemos todos los mortales, de honrar esa escencia que nada puede destruir.



Es su misión alimentarnos dentro de su cuerpo y fuera de él, de cuidarnos para preservar nuestra existencia, y es su anhelo infundir amor hasta que por fin, tomamos independencia y elegimos a voluntad como queremos ser o cómo seremos, ella ya hizo lo suyo, cuando nos veía torcidos sufría por enderezarnos, pero debía respetar nuestra autonomía, aún habiendo sido ella a quien le debíamos la existencia de elegir qué ser..

En su afán de amarnos como algo de su propiedad por haber sido el fruto del desgarro de su cuerpo, la Madre confunde amor con propiedad y yerra o acierta, y nacen los conflictos, esos que suelen separar a los hijos de sus Madres. Hay Madres que en su amor posesivo cometen errores, claro que sí..., como hay hijos que en esa confrontación olvidan que la Madre ama en un mundo que conspira contra su amor, provocando el error de unos y de otros.



Abrazo enorme para todas la Madres y que aún cometiendo errores en su forma de amar, han dado al menos la oportunidad a sus hijos de descubrir esa pertenencia, esa escencia invisible que trae un amor que aquí no podemos entender estando divididos. 
Abrazo enorme por el esfuerzo de ser las mejores Madres aunque no siempre eso se pueda lograr, abrazo enorme a las que queriendo serlo no han podido, pero que aman igual, aún a seres que no han salido de sus entrañas.

Aprendí de Papá a jugar al fútbol, de Mamá a tomar mate...y cada vez que tomo un mate la foto de mi vieja se llena de colores, aunque en el papel siga viéndola en blanco y negro..



Feliz día a todas las Madres.

Gilgamesh***

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