jueves, 24 de marzo de 2016

* A 40 años...*

***Hoy a 40 años del fatídico golpe de Estado Cívico Militar, los recuerdos no paran de fluir.

Ciertamente me cuesta escribir..., son postales del tiempo que me llevan a verme por aquellos días con mis apenas 12 años.., son recuerdos en blanco y negro, son tanques de guerra circulando por mi calle de adoquines..algo insólito..., con mi madre de la mano estábamos haciendo la cola para comprar carne, mamá me arrebató del hombro, y me dijo *vamos a casa*, en su rostro el gesto era de pánico, el amargo vaticinio de lo que llegaría después

Después.. vinieron las noches con la puerta cerrada con llave, los tiros y las sirenas, los gritos desgarradores de alguien a quien subían a un vehículo, las ráfagas de ametralladora, el miedo, la calle cortada en ambas esquinas, los procedimientos, cortarse el pelo, bajar la mirada, no andar de noche, y el silencio de una sociedad que recién siendo ya un hombre...pude comprender.
Una generación diezmada..,  el crimen detrás de escena, desaparecidos.., niños secuestrados, el robo del cuerpo, de la memoria..
Nunca más...nunca jamás...

Relato de Sergio Tapia, un pibe como yo..;



-Yo tenía 5 años, en 1976, cuando en una mañana cerca del mediodía, en el balcón de mi casa en un segundo piso =exactamente Mitre 671 2 Piso C=, en un edificio muy antiguo ubicado en la calle Mitre y Santa Fe, llamado la Unión Gremial, en plena zona bancaria y céntrica de la ciudad de Rosario, bajan de un colectivo de transporte urbano de la ciudad, dos jóvenes por la puerta trasera corriendo hacia la calle mitre, y detrás de ellos soldados del ejército argentino con sus cascos y sus fusiles, quienes les disparan por la espalda, yo los vi caer al suelo, y mi abuela me metió para adentro cerro las ventanas de hierro del balcón, yo le preguntaba porque le dispararon los soldados, con profunda angustia, sin tener respuesta alguna…solo silencio …

Una tarde con mi madre caminando de la mano por la calle Mitre a unos 100 metros, de vuelta para casa, vimos que a mitad de cuadra se encontraba cortada por el ejercito con un tanque apuntando hacia una casa, me fui acercando con mi madre para pasar el cerco militar, y era la sede del Partido Comunista Argentino, donde estaban sacando todo hacia la calle y estaban quemando sus libros, sus papeles, afiches todo en la calle mientras disparaban desde el tanque y apuntaban amenazando hacer volar la sede completa, nos dejaron pasar hacia el otro lado, mientras decían que era contra la subversión…



A los 12 años en 1983 en el monumento a la bandera de mi ciudad me encontré con una enorme sábana blanca, con miles de fotos con nombres pegadas en ella, y un señor le dejaba un ramo de flores al pie , mientras contemplaba en silencio con tristeza el cartel de los desaparecidos, yo al ver todo me acerque mire a mis compañeros desaparecidos, y me dije de qué lado estaba si el de ellos con sus miradas llenas de sueños, o de los que asesinaban y robaban los sueños , y se vino como un flash en mi mente en mis ojos las imágenes de mi infancia con los jóvenes muertos por el ejercito… el tanque contra la sede del partido comunista….me acerque y bese la sabana, y prometí luchar siempre por los ideales de ellos, de seguir su ejemplo. De seguir su memoria….

-Pablito



Cuando el guardia se lo llevó de la mano, Pablito habrá recordado los días en los que el papá lo llevaba al colegio, apretando su palma un poquito más fuerte al cruzar las calles de Palermo para llegar a la Escuela Armenia Argentina, donde cursó la primaria.
Tenía catorce años cuando lo secuestraron, y la misma edad cuando ese guardia lo guió con los ojos vendados por los pasillos de la ESMA mientras le decía al oído que se iba en libertad. 
A Pablo Míguez lo detuvieron algunos meses antes junto a su mamá, Irma Beatriz Márquez, y al compañero de ella, Jorge Capello. 
Los tres fueron llevados al centro clandestino El Vesubio, en Ricchieri y General Paz. 

Allí Pablo fue torturado delante de su madre y ella violada frente a él para obligarla a firmar la escritura de su casa en favor de los secuestradores, según relata Lila Pastoriza, que convivió con Pablito en la ESMA, cuando llegó desde el Vesubio. 

*No te preocupes, tanto no me dolió*, la consoló Pablo cuando Lila se desesperó con su relato.



*Era un chico vivaz, con su carita de pibe travieso, sus pecas junto a la nariz, sus ojos de chispazos, su cuerpo esmirriado, y lamentaba no haberse podido despedir de su madre cuando dejó el Vesubio. 
Alguna noche despertaba lloroso y yo trataba de consolarlo, *soñé con mi mamá* me decía, mientras esperaba que lo lleven con su padre, que no era militante político y que desde afuera hacía gestiones para salvarlo*, recuerda Lila.

*Pablo era bueno para el ajedrez, y el mayor Durán Sáenz, jefe del Vesubio y uno de sus peores verdugos, lo obligaba a jugar con él largas partidas. 
Repartía mate cocido y a veces llevaba los tachos con orín de otros prisioneros. 
A la noche le ponían cadenas, y a pesar de que era un niño, lo torturaron mucho*, cuenta Hugo Luciani, sobreviviente del Vesubio.



Pablito estuvo más de un mes en la ESMA hasta que fue *trasladado*. 
Poco antes disfrutó una cuchara de dulce de leche con que alguien lo convidó por debajo de la capucha que cubría su cabeza. 
Con ese sabor y con la promesa del guardián que lo llevaba de la mano, Pablo Míguez dejó el centro clandestino creyendo que lo liberaban. 

Nunca, nadie, lo volvió a ver.



Por esas cosas de la vida justamente hoy..tengo que quedarme en casa, quería estar en la marcha..., no puedo, pero la vida siempre me regala más de lo que merezco.
Mi hija me da un beso, me dice *Pa, voy a la marcha*...y como decían los viejos hoy me toca decirlo a mí.., ahí va ella; *la luz de mis ojos* y *la llama de mi corazón*.., y voy en ella, y aquella memoria va en ella, la de todos, la que ningún Alzheimer puede nublar.

Nunca más.
Verdad, Memoria, Justicia.



Gilgamesh***

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