sábado, 26 de marzo de 2016

* Federico Pagura; ejemplo de cristianía *

***Bella noche de Sábado para todos.

Estamos en fechas muy sentidas para los creyentes, yo la vivo a mi manera como cada quien, y me pareció interesante compartirles algo sobre la vida de uno de esos tipos que le hacen honor a la llamada religión, en éste caso un Metodista. Tuve dos oportunidades de esas que la vida a uno le regalan, de conocer personalmente a Pagura y dar gracias por ello, hombres como Don Federico dignifican la misión de Cristo.
Hablo de alguien que tiene nada más y nada menos que 93 años...y anda...y anda..y anda...como el conejito de la publicidad de pilas.

Una vida cargada de anécdotas, de lucha, de estar siempre junto a los más necesitados, a los oprimidos, un valiente denunciante que afrontó poderes sin miedos, incluso soportando un atentado contra él y su familia.
En el final, un audio de la semana pasada donde el Periodista Leonardo Richiardino tiene el privilegio de dialogar al aire con Don Federico sobre derechos humanos, Estados Unidos, Argentina, y en especial algo que llamó *tiempo de confusión mundial*, Pagura, un hombre realmente admirable.



Federico José Natalio Pagura nació en 1923 en la provincia de Santa Fe, en el pueblo de Arroyo seco, cerca de Rosario, donde vive actualmente.
es hijo de la inmigración sus abuelos paternos llegaron en los años 20 a Argentina procedentes de Friuli, en el norte de Italia y por parte materna tiene origen indígena, de la tribu Toba, del Norte de Argentina. Fue su abuelo Natalio, organista y sacristán quién reunió en una fe cristiana inconformista orígenes tan dispares. Natalio conoció una versión del Evangelio editada por Sociedades Bíblicas, aquella Biblia sembró inquietudes en él, debatió con el cura del pueblo y este le quemó la Biblia; compró otra. 

Con su familia y el vecindario reunió una comunidad, tenía 10 u 11 hijos, y celebraba misas ante un altar con un cuadro de la sagrada familia y unas velas. Su afán era reformar la vida de la iglesia. Un pastor metodista de Rosario le visitó y se unió a la Iglesia Metodista.
Así estudió en el colegio Metodista, hoy *Colegio Latinoamericano*, que tiene más de 125 años. Después hizo magisterio, y se licenció en Teología en la Facultad de Teología Evangélica de Buenos Aires.



Realizó estudios de post-grado en Union Theological Semminary, de Nueva York 1948-49 y en la Escuela Teológica de Claremont, California. Ambas instituciones ecuménicas le influyeron en lo que Pagura llama *su afirmación y vocación ecuménica, que es característica de todo su ministerio*.
Su esposa Rita, *compañera y madre idónea*, ha sido también su secretaria y encargada de relaciones públicas. De padre vasco-español y madre valdense, ha acompañado su ministerio y su vida pastoral de tal modo que Federico Pagura siempre incluye un plural cuando habla de su ministerio:

*Estábamos predestinados al ecumenismo*.

El obispo metodista fue primero pastor y superintendente en varios lugares en la Iglesia Evangélica Metodista Argentina. Fue elegido obispo de Costa Rica y Panamá, residiendo en San José de Costa Rica entre 1969-1973. Vuelve a Argentina, Mendoza, donde fueron *llamados al servicio* entre 1973 y 1977. Trabajó también al frente de la Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana y desde 1977 a 1989 Preside el Consejo de obispos de la iglesia metodista Argentina. Se retira del ministerio activo en agosto de 1989.



Sin embargo no deja de ejercer cargos de responsabilidad. Desde su constitución en 1978 en Oaxtepec, México, fue elegido primer presidente del CLAI, Consejo Latinoamericano de Iglesias, juntos con otros dos presidentes de Chile y Puerto Rico. Deja su cargo en el CLAI en febrero de 1995, entonces fue nombrado miembro de la junta directiva del Instituto Vida y Paz, con sede en Uppsala =Suecia= hasta 1998. También dirigió el rumbo de la Comisión Misión Mundial y Evangelización del CMI.

En Argentina preside el Movimiento Ecuménico pro Derechos Humanos de Argentina, desde la dictadura militar. Una bomba estuvo a punto de acabar con la vida de su esposa, su hija y la madre de su esposa. La prueba sirvió de estímulo a la familia: *Esto nos afirmó más que nunca a trabajar en defensa de la vida de nuestros compatriotas*. El secuestro y desaparición del profesor Mauricio López, miembro de ese Movimiento Ecuménico y rector de la Universidad de S. Luis, Argentina, les marcó profundamente.

Federico Pagura fue nombrado Doctor honoris causa por la Universidad de Toronto, Canada, en humanidades y por la Universidad De Paul, Indiana, en divinidades, es también Premio Mauricio López, por el Consejo Nacional de Iglesias de USA en 1997.



Un aspecto internacional importante que recuerda fue su participación en la búsqueda de una solución pacífica para Guatemala, junto con el CMI, el CLAI, la Federación Luterana Mundial y el Consejo Nacional de Iglesias de USA. También trabajo en pro de las minorías étnicas norteamericanas.
Federico Pagura está convencido por la afirmación de Leonardo Boff, de que la iglesia no está llamada a preocuparse tanto por su futuro, sino por el futuro de la humanidad y de la creación y por cual será su aporte para protegerla, cuidarla y defenderla; lo demás vendrá por añadidura. 

Es el eje de nuestra misión en un tiempo grave, peligroso y desafiante, dice el obispo Metodista, a quien lo que le interesa es *hacer conscientes a los hermanos y hermanas de todos los continentes y confesiones de los clamores por la verdad, justicia y paz que quieren hacer oír los pueblos latinoamericanos*.
*Vivimos tiempos violentos por las consecuencias del sistema socioeconómico que se ha instalado en todo el país, es un descalabro para nuestro pueblo*, su mente, como su vida recorre la historia de su ministerio con referencias constantes a la actualidad, *Antes el imperialismo de las dictaduras y de las armas creó los mártires, que sólo alguna vez se sabrá cuantos fueron en la lucha por la verdad, la libertad y la justicia. Hoy es el sistema*, y recuerda a Monseñor Romero, al español Ellacuria, Mauricio López, o Angeleli, el mártir prohibido.



Pagura le envió una carta al presidente de Estados Unidos, Barak Obama, y a la secretaria de Estado Hillary Clinton:

*Lamentablemente los hechos, tanto en relación con el bloqueo a Cuba, la multiplicación de bases militares en Colombia, la permanente presencia de vuestra cuarta flota en aguas del Atlántico sur, la continuidad abierta o encubierta de vuestra prolongada política belicista en Medio Oriente, y la ambigua cuando no hipócrita política relacionada con el origen y posterior desarrollo del conflicto en Honduras, han desinflado en muy corto tiempo las expectativas y esperanzas que también gran parte de las iglesias latinoamericanas y caribeñas habían depositado en la nueva administración estadounidense*, les espetó.

Muchos religiosos lo consideran un profeta, para otros es emblema de esperanza. Con una trayectoria de compromiso y coherencia aún en los momentos más dramáticos de la historia argentina, el obispo metodista Federico Pagura no le escapa a esas miradas porque sabe del peso de sus palabras. A sus 93 años, tiene su hogar en la zona sur de Rosario en la misma casa en la que vivieron y murieron sus padres, en la que compartió una vida y despidió a su esposa. Es un lugar sencillo, como un espejo del hombre que dice que allí esperará el final de sus días. 

Libros, fotos y recuerdos se cruzan a cada paso. De estatura mediana, pelo blanco y andar pausado, se apasiona cuando expone sus ideas y sonríe de felicidad al hablar de sus tres hijos, cuatro nietos y dos bisnietos. Asegura que no le tiene miedo a la muerte pero sí a una vida inútil y sin sentido.

Entrevistar al Obispo Pagura es acercarse al latido de la gente del pueblo por la libertad. Su conversación fluida transmite serenidad y esa forma de sabiduría que da la experiencia, pero también pasión, Federico Pagura eleva la voz para recordar a los amigos, *testigos y mártires, con los que tiene una deuda de ideales*, eleva la voz para rebelarse contra la injusticia del sistema económico actual y para defender a los pueblos indígenas.



Es un hombre capaz de profundizar en sus sentimientos al hablar del apoyo de su esposa, de sus convicciones o de los momentos de cambio importantes en su vida. Una vida de servicio, la palabra que más resuena al hablar de sus múltiples quehaceres y responsabilidades. Lleva una cruz Copta, regalo de un amigo monje de Egipto, su otra cruz es la de los hugonotes, con el Espíritu Santo, por el origen valdense de su esposa, signos de su vocación ecuménica.

Pagura, que se declara respetuoso de todos los credos y acepta con gusto las invitaciones para asistir a las misas que se ofician en su barrio, cuenta que ya escucha poco de un oído y que ve menos de un ojo, invita un vaso de agua fresca y advierte que, como buen obispo jubilado, dispone de tiempo para una charla sin urgencias.

–¿Cómo llegó a la Iglesia Metodista?

–Cuando era muy pequeño mis padres me trajeron de Arroyo Seco a Rosario porque querían que estudiara en el Colegio Americano. Yo provengo de una familia ecuménica: mi abuelo paterno era friulano, organista y activo miembro de la Iglesia Católica en Italia. Cuando llegó a la Argentina empezó una búsqueda que culminó con la creación de la Iglesia Evangélica Metodista de Arroyo Seco, sin que supiese nada de la Reforma, de Lutero, de Calvino ni de lo que había pasado en el siglo XVI. 

Mi abuelo materno era uno de los patriarcas de la zona; muy católico, más que nada de confesión verbal. Tenía una hermosa Biblia, que no se abría ni se leía. El tenía el propósito de pagarme los estudios si yo me bautizaba como católico, pero como no lo hice perdí la posibilidad de esa beca vitalicia. Así fue cómo ingresé al Colegio Americano cuando todavía no entraban varones, porque la obra empezó con niñas.

–¿Y cómo hizo para entrar?

–Coincidí con tres o cuatro varones que querían hacerlo, fuimos los primeros. En aquel tiempo el colegio estaba en calle Laprida entre 9 de Julio y Zeballos.

–¿Con qué Rosario se encontró en ese momento?



–Con una ciudad hermosa. Me pareció así desde el primer momento por el carácter de sus habitantes, por sus costumbres. Con un sentimiento solidario y humanitario muy fuerte. Además tuve el privilegio de cursar el secundario en el Colegio Mariano Moreno, Normal Nacional Nº 3, donde encontré mucho afecto.

–Paradójicamente también era una ciudad de mala fama.

–Parece mentira, pero viví mis primeros años en Rosario en contacto casi inconsciente con el hampa. En los años 30 supimos lo que es la crisis, que atravesó al país con la desocupación. Fue un tiempo de necesidad económica y espiritual. Vivimos dos veces en un conventillo. Quizá como nota jocosa, cuando fui a pedir la mano de la que fue mi esposa por 60 años, el padre, que era un vasco bien vasco, me hizo una pregunta muy directa: 
¿Usted no tendrá ninguna conexión con la mafia? 
Yo le dije que no tenía nada que ver. 
Pero la mafia estaba instalada con fuerza. 
De manera que al dolor de las carencias de las familias, que a veces no tenían para mandar a sus hijos a la escuela, había que sumarle la plaga de la mafia.

–Ahora, cuando mira a su alrededor, ¿qué ciudad ve?

–Estoy comprobando algo que ya había visto en toda su crudeza en otros países. Cuando en aquellos años se hablaba de tráfico de drogas, yo siempre decía que Argentina era un país tranquilo en ese sentido y que la droga era un ave de paso pero que no hacía nido en Rosario. Incluso, cuando volví a la Argentina estuve viviendo en Mendoza y era la extensión del Paraíso. Nadie se imaginaba lo que estaba empezando a engendrarse y que iba a generar frutos tan amargos con el correr de los años. Despertamos en los últimos 30 años a la realidad de la drogadicción, que era desconocida para nosotros.



–En esos años la Argentina sufría otro tipo de violencia, la de la persecución política.

–Es cierto. En Mendoza comenzamos a ver los signos de la dictadura militar, incluso junto a otras iglesias atendimos a miles de personas perseguidas por la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Sentimos la fuerza de la violencia cuando pusieron una bomba en la iglesia que yo atendía. Recuerdo que vivía con nosotros mi suegra, que se asustó mucho; para ponerla a resguardo la enviamos a Rosario, a la iglesia de la calle Laprida. Al segundo día de llegar pusieron una bomba al lado de la iglesia, a un maestro. En broma me decían *parece que tu suegra se ocupa de poner bombas en las iglesias*.

–¿Las iglesias están en desventaja en una sociedad que se rige por los mandatos del consumismo?

–Hay que hacer una diferenciación. 
En la iglesia primitiva los cristianos estaban acostumbrados a compartirlo todo, había un sentido de que lo material juega un papel importante y es imprescindible que se le preste atención. La Biblia tiene en el Antiguo Testamento la voz de los profetas, que es una voz que va al corazón de la problemática socioeconómica y hasta hoy sigue siendo fundamental para nosotros los metodistas. Tuvimos el privilegio de que a nuestro movimiento lo fundara John Wesley, quien tenía conciencia de que el Evangelio debía ser una transformación personal seguida de una transformación de la sociedad. 

Por eso nos preocupamos seriamente por la vida concreta y diaria del ser humano. 
No olvidemos que el socialismo en Inglaterra nació en la Iglesia Metodista; así surgió el Laborismo, que atacó la esclavitud y la usura, y no como el de ahora que es un Laborismo rosado. 
Como dijo el teólogo americano Niebuhr: 
el metodismo hará su mejor contribución a las Iglesias y al mundo si mantiene una fe profunda y un compromiso social permanente.



–¿Cómo cree que se enfrenta la problemática de la drogadicción?

–Hay que combatirla con medios científicos, culturales y espirituales. No tendríamos que ver una contraposición entre estos enfoques, son complementarios. Hubo un tiempo, es cierto, en que lo religioso y lo científico estaban en permanente confrontación, pero eso ya no sucede. Por el bien de la humanidad debemos trabajar mancomunadamente para detener un cáncer como este, que está penetrando la vida de los jóvenes.

Estuve en los tiempos difíciles de la Argentina, fui perseguido, tuve denuncias y sufrí amenazas. 
También conocí situaciones muy duras en Centroamérica y en todas ellas aparecía la palabra profética de esperanza: no desmayen, tengan ánimo, hay fuerza. 
Recuerdo que cuando estuve en Nicaragua, en pleno triunfo de la Revolución Sandinista, aparecía el presidente Daniel Ortega y proponía: Cantemos el himno de Pagura.

–¿Hay buenas formas de morir?

–Si pudiese elegir, me gustaría una muerte plácida.

–No me refería a su muerte, pretendió ser una pregunta genérica.



–Cuando uno conoce la fe cristiana cualquier forma puede ser buena para morir. Así también cualquier muerte puede ser una tragedia irreparable sin la esperanza que Jesús trajo al mundo. Fíjese usted que en un coral se dice que la muerte es el fin de un camino y un tiempo de liberación, especialmente para aquellas personas que tienen que vivir cosas muy díficiles por razones físicas, soledad, persecuciones o violencia. 

Para muchos es una liberación. En cambio no encuentro una justificación para adelantar esa muerte o para escapar de la vida a través de un suicidio. 
Pero no juzgo al suicida, solamente Dios puede juzgar y conocer a una persona en su interioridad más profunda. Y creo que una persona enferma y que consuela al que está sano, es de las dos la que tiene más vida.

–También escribió sobre la muerte.

–Sobre la esperanza en la muerte. 
Allí digo que no le tengo miedo a la muerte como sí le temo a una vida inútil, a una vida estéril, a una vida que perjudica a los demás. 
Esa sí que es muerte.

–Entonces usted puede vivir tranquilo...

–Lo aprendí de joven. No le tengo miedo a la muerte sino a una vida sin sentido.

–¿Qué piensa del aborto?

–Es un tema candente y un debate inevitable. 
Merece la pena estudiarse a fondo con los elementos científicos que disponemos hoy pero también con los morales, que no debemos perder de vista.



–Gente que profesa distintas religiones habla de usted como un profeta y vanguardista.

–Yo no me llamo profeta, cuánto más me podría llamar aprendiz de profeta. En la Biblia uno encuentra a los grandes profetas del Antiguo Testamento, hombres que veían el mal y lo denunciaban aunque corrieran peligro sus vidas, porque era su deber hacerlo. 
Y, a la vez, en medio del dolor y el sufrimiento, veían tiempos de consolación.

–¿Cuál es su mirada respecto a los que matan en nombre de un Dios?

–Escribí en estos días un texto que llamo *El mundo entero entre la vida y la muerte*. Menciono en uno de los párrafos que el actual presidente de Israel está desconociendo a los grandes profetas de la religión judaica, a los que lee en su casa o habrá leído en algún momento. Los desconoce o no los ha entendido para hacer lo que está haciendo con el pueblo palestino.

–En 2012, en una carta dirigida a los obispos argentinos, usted se preguntaba si el Vaticano se hacía carne de la opción por los pobres.



–Yo le diría que ha sido una opción real por mucho tiempo. En el mismo seno de la Iglesia Católica Apostólica Romana he conocido desde obispos hasta monaguillos que llevan una vida de servicio y amor admirable. 
Yo daría falso testimonio si negara esa realidad. 
Si usted me pregunta si ese compromiso lo tienen todos los obispos, todas las iglesias, la respuesta es no. Trabajé con monseñor Jorge Novak durante 25 años y jamás tuvimos una discusión porque vivíamos para los más necesitados. 
Y así fue hasta que murió.

–¿Cree que el papa Francisco podrá profundizar ese camino?

–Francisco está siendo y va a ser =si no hay algún loco que le quiera quitar la vida= un gran beneficio para la transformación de la Iglesia Católica. 
Todas las demás iglesias también necesitamos cambiar y ser mejores servidores de nuestra generación. 
Ya le envié dos cartas y me las contestó, ahora le voy a escribir otra porque hay que darle mucho aliento en la lucha que está liderando.

–¿Cómo es su vida de obispo jubilado?



–Yo estoy requetejubilado. 
Pero Lutero decía que todos somos sacerdotes al servicio del bien, de la justicia y la paz. 
El sacerdocio universal de los creyentes, como él lo llamaba. 
Creo que hay hombres y mujeres que sin hablar en términos religiosos están viviendo el Evangelio, lo llevan en su sangre, en su conciencia, y están prestando un gran servicio a su generación. 

Y muchos otros pueden estar cargados de biblias, de signos y vestimentas religiosas y sin embargo no hacen lo que Dios espera de ellos. Pero volviendo a su pregunta, cada etapa de la vida tiene sus alegrías y tristezas. 
Yo recibo con gratitud estos años de vida y digo:
Señor, cuando te hayas cansado de jubilarme, deja que pueda ir a descansar yo también.




Gilgamesh***

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