Mostrando entradas con la etiqueta John Shelby Spong. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta John Shelby Spong. Mostrar todas las entradas

miércoles, 22 de marzo de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 13 *

***Hermosa noche de Miércoles para todos.

Noche lluviosa por aquí, ideal para hacer silencio y dejar que hable..John Shelby Spong;





-Isaías II. El siervo de Yahvé

Si les preguntara, a un grupo de personas normales, aunque fueran creyentes, por cuál fue el mensaje principal del Deutero Isaías, sospecho que sólo vería, como respuesta, un conjunto de miradas y de caras raras. Pero si les preguntara por *El Mesías* de Händel, seguro que algunas manos, incluso muchas, se levantarían para responder. Lo triste de nuestro sistema educativo, tanto civil como eclesiástico, es que poca gente sabe que el Mesías de Händel es una composición cuyo texto está
tomado, en gran medida, del Deutero Isaías si bien el *esperado* del texto y de la pieza no es Jesús, cuya llegada celebramos en las navidades, sino una figura mítica a la que conocemos como el *Siervo* o, mejor, el *Siervo sufriente*.

En un magnífico solo para contralto, Händel pone música a las palabras del Segundo Isaías que dicen: *fue despreciado, rechazado, fue varón de dolores, familiarizado con el sufrimiento*, y tampoco entonces se refiere el texto a Jesús sino al Siervo creado por el profeta. No obstante, la identificación entre el Siervo y Jesús no debería sorprendernos pues el evangelio más antiguo, el de Marcos, se basó, en gran parte, en el Segundo Isaías para componer su propia narración de la Crucifixión.

La gente está acostumbrada a leer la historia de Viernes Santo como si fuera un recuerdo: un relato con base histórica acerca de lo que pasó en las horas que precedieron a la muerte de Jesús. Pero los cap. 14 y 15 de Marcos no son eso. Esos dos capítulos nos ofrecen, más bien, un retrato interpretativo de la muerte de Jesús, creado no a partir de los testimonios de algunos testigos presenciales de los hechos sino a partir del texto del Segundo Isaías, sobre todo su cap. 53. El Deutero Isaías, y no los hechos, fue la fuente de donde proceden todos los detalles que luego se han vuelto familiares para nosotros dentro del relato de la Pasión y de la Crucifixión.

Por ejemplo, el silencio de Jesús ante los acusadores =*fue oprimido y él se humilló y no abrió la boca*, Is. 53:7=. Por ejemplo, la existencia de dos ladrones a cada lado de la cruz =*indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado*, Is. 53:12=. Por ejemplo, que hubo un hombre rico, llamado José de Arimatea, que proporcionó la tumba donde enterrar el cuerpo de Jesús =*y se puso su sepultura con los malvados y con los ricos su tumba*, Is. 53:9=.
También la interpretación de la muerte de Jesús como sufrimiento vicario proviene del Deutero Isaías.

El Siervo fue castigado en lugar de los culpables y Jesús igual: sufrió en nuestro lugar lo que nosotros merecíamos pero él no. Acerca del Siervo, había escrito Isaías II lo que luego algunos aplicaron a Jesús: *eran nuestras dolencias las que él llevaba, y nuestros dolores los que él soportaba. Lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y humillado. Fue herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz y con sus moraduras fuimos curados* =Is. 53:4-5=.
*… Él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes* =Is. 53:12=.

Esta interpretación fue primero de Pablo y luego Marcos y los otros Evangelistas la adoptaron.
Es más, estas palabras están tan asociadas en nuestra memoria con Jesús que la mayoría de la gente cree que se escribieron refiriéndose a él. La tan familiar interpretación de la cruz =*Jesús murió por mis pecados*= creemos que procede directamente del Segundo Isaías cuyo texto sólo vale porque profetizó, con siglos de antelación, lo que pasó con Jesús. La comprensión católica de la Misa como sacrificio, y como que Jesús paga el precio del pecado de Adán para traer la salvación, también procede del Deutero Isaías.

Las palabras de estos capítulos de Isaías II han modelado tan profundamente el cristianismo que hemos absorbido, por una especie de *osmosis religiosa*, mucho de él en nuestra mente, consciente e inconsciente. Lamentablemente, en la historia cristiana, cuando estas palabras se propusieron literalmente como una doctrina y un dogma, rápidamente empezaron a darse algunas distorsiones interpretativas que aún pesan gravemente sobre la intelección de la fe cristiana, donde la sangre, el sacrificio, la culpa y la expiación son mucho más determinantes de lo que debieran, y de una forma inapropiada además.

Sin embargo, no fue éste el sentido original de las palabras del profeta. ¿Cuál fue, entonces, su sentido? ¿Quién era el Siervo? Para responder a estas preguntas debemos emprender un análisis histórico del Deutero Isaías, el cual es, en mi opinión, el fragmento más importante e influyente de todos los libros proféticos judíos.
El libro del Segundo o Deutero Isaías reúne las palabras de un judío desconocido, que vivió al final del período del exilio babilónico, aproximadamente entre 550 y 500 aC.
Lo que puso fin a este período fue el auge del poder de los persas =básicamente, el Irán actual= que desafiaron la hegemonía de los babilonios =hoy, Irak=.

Ciro, el rey que dirigió la invasión persa, despertó tal esperanza entre los cautivos judíos que el Deutero Isaías lo describió con estas palabras: *¡Cuán hermosos son por los montes los pies del mensajero que trae alegres nuevas, de aquel que anuncia la paz, que trae las nuevas del bien, que publica la salvación y dice a Sión: '¡Tu Dios reina!'!* =Is. 52:7=. Ciro era famoso por su política de permitir que los pueblos conquistados retornasen a sus tierras de origen; y tal reputación alimentaba la esperanza de los judíos. Este pueblo exiliado, que iba a ser beneficiado por la política de Ciro, lo constituían los nietos y biznietos de quienes, 50 a 60 años antes, el ejército babilonio arrastró al exilio.

Por eso ellos veían a Ciro como el instrumento divino que les permitía volver a casa. La belleza de Jerusalén, la gloria y la grandeza de la patria judía, se la habían transmitido los que murieron en cautiverio, a ellos, que nunca habían pisado aquella tierra.
Las fantasías que rodeaban su deseo de regresar a aquella *tierra prometida* fueron creciendo tal como siempre ocurre con las fantasías carentes de alguna referencia sensible.

Estaban emocionados con la posibilidad de volver a *casa* y ello era prueba de que se había cumplido el propósito de sus antepasados inmediatos, que habían establecido las normas que los mantuvieron intactos, como pueblo identificable. Si pretendían reclamar lo que consideraban su destino nacional =ser *un pueblo mediante el cual todas las naciones del mundo serían bendecidas*=, ahora tenían que restaurar su nación en su tierra. Semejante destino sólo podría provenir de un pueblo renacido que reclamase su lugar y su honor entre las naciones y que restableciese la ciudad de Jerusalén como el centro del mundo, como el lugar =incluso= donde cielo y tierra se juntan.

Tales eran los pensamientos que alimentaban su ansia de regresar a la tierra de sus antepasados. Entonces, como los derrotados babilonios ya no eran sus señores, empezó la migración de vuelta a su hogar ancestral.
Sin embargo, aquellos exiliados, henchidos de fantasías, no estaban listos para afrontar el panorama que vieron cuando llegaron a la tierra que habían soñado e imaginado durante tanto tiempo. Judá era un erial y Jerusalén, una pila de escombros.

Bastó una mirada sobre esta devastación para que sus sueños y esperanzas se terminasen de forma radical. No había modo de que una nación tan derrotada y abatida pudiera seguir aspirando ser *luz para los gentiles*. No veían de qué manera podrían llegar a ser algún día la *bendición de todas las naciones de la tierra*. 
El judío desconocido que escribiría y se recordaría bajo el nombre casi anónimo de Segundo Isaías, al ver todo esto, se hundió también en un período de intensa depresión y oscuridad. Transitó su propia *noche oscura del alma*.

Sin embargo, cuando finalmente emergió de aquella crisis, tomó la pluma ym empezó a formular una nueva vocación para su pueblo, una misión cuya base era el hecho de que ya nunca más volvería a ser un pueblo poderoso, y que ya nunca más volvería a ser un estado famoso ni a contarse entre las naciones importantes del orbe. Con sus palabras personificó el drama de la nación judía y la situó bajo un símbolo de aquel a quien llamó sencillamente el *Siervo*. Tal fue el contexto histórico en el que surgió esta mítica figura.

La misión del Siervo, escribió el Segundo Isaías, sería cargar con la aflicción, soportar el dolor de estar entre los descastados de la tierra. El Siervo no respondería con odio al odio, ni con agresión a la agresión. Al contrario, asumiría los ataques a su dignidad y lo que devolvería sería gentileza. Así se apropiaría el Siervo la ira del mundo y, en el proceso, la transformaría en amor del que brotaría plenitud. El Siervo pagaría el precio de la contrariedad de otros haciéndola suya sin buscar revancha.
Al hacerlo, traería vida al mundo: *por sus llagas somos sanados*.

La nueva vocación para el *pueblo escogido* de Dios ni que decir tiene que no fue popular. Nadie se siente atraído por una perspectiva de sufrimiento perpetuo, que le parece masoquista. El deseo humano, que es si no sádico narcisista, es siempre de revancha, de protegerse a sí mismo y de sobrevivir mediante el uso del poder. Así que la imagen vicaria del Siervo, acuñada por el segundo Isaías, languideció. Pero las palabras de este
desconocido visionario del exilio judío se copiaron en el espacio en blanco del rollo del profeta Isaías.

Esto comportó que, a lo largo del tiempo, sus asombrosas e increíbles expresiones se leyeron periódicamente en la sinagoga bajo la autoridad del nombre Isaías. Así fue como los versos del Deutero Isaías, junto con su idea de una misión radicalmente diferente para el pueblo judío dentro de la historia de los hombres, pasó a formar parte, de forma casi inadvertida, de las Escrituras que pervivieron.
En la segunda mitad del siglo primero de nuestra era, los discípulos de un tal Jesús reconocieron, en la descripción del Siervo del Deutero Isaías, una forma de poder entender e interpretar la experiencia de aquel que les enseñó que el amor debe llegar incluso a los enemigos y que fue crucificado por sus enseñanzas.

Aquellos discípulos interpretaron que Jesús encarnaba la misión del Siervo, es decir, que él había absorbido la ira y el odio del mundo, los había transformado y los devolvía en forma de amor.
Por eso se apropiaron de aquella imagen y la usaron para contar la historia de Jesús.
Este notable libro supuso un nuevo salto en la conciencia humana.

En las palabras de un desconocido del siglo VI aC., se muestra una visión de la vida humana que trasciende la mentalidad de supervivencia del pasado evolutivo humano. Si la supervivencia del más fuerte, tan natural en los seres vivientes de la *jungla* que es la vida, llegase a convertirse en el único propósito de los seres humanos, entonces la vida humana terminaría en un único superviviente, cuya muerte significaría la desaparición de la faz de la tierra de todo este gran experimento de vida consciente que somos. Tal como observó una vez Gandhi, seguir la regla del *ojo por ojo* llegaría a un punto en que quedaríamos todos ciegos.

Hemos llegado al tope de la cadena, de manera que, si no podemos avanzar más allá, el genocidio es nuestro destino natural. Sólo una nueva conciencia puede romper este ciclo. Y el segundo Isaías ofrece una representación de la vida humana que trasciende la mentalidad de sólo supervivencia a costa de otros; sugiere que la vida es un don cuyo sentido es ser entregado con amor a otros. Sorprende que un judío desconocido concibiera esta idea hace dos mil seiscientos años, y que la
describiera con tanta elocuencia, hasta crear un texto universal, repleto de palabras de esperanza.

Lainclusión del Deutero Isaías en la Biblia no deja de ser objeto de asombro y es una de las razones por la que podemos llamar, a este libro de libros, *Sagradas Escrituras*.

John Shelby Spong.

Gilgamesh***

domingo, 12 de marzo de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 12 *

***Hermosa noche de Domingo para todos.

Avanzamos hoy con otro capítulo de la zaga del Cura Spong que es digno de prestarle mucha atención.
En el inicio Spong deja en claro con su cita, para quienes quieran entender.., lo que significa la influencia de la religión *dentro* del poder real, especialmente y oh casualidad..la judía.

Y me atrevo a acotar algo necesario cuando Spong traduce el término *think tanks* como *laboratorios de ideas*, en realidad ese término indica lisa y llanamente *ingeniería social*, esa que tanto daño nos hace ya que está direccionada a manipularnos y nunca..para nuestro beneficio.

Queda claro también cómo aquellos *profetas* bien podrían ser una buena forma de trabajar para algún rey...tratando de aplicar la ingeniería social a las masas, de a cuerdo a las conveniencias del rey...¿les suena...no?, especialmente en la cita referida por Spong sobre los *asesores* de los Presidentes norteamericanos...

También y ya un poco en broma...o no..., presten atención la cita de Isaías sobre los *sacrificios*, tal vez dándose cuenta que muchos se cuestionaban la inutilidad de ese rito, puesto que Israel pasaba desgracias asolado por sus enemigos y difícil sería entonces explicar el poder de su dios..que no los salvaba de dichas desventuras a pesar de tanto sacrificio y carne quemada que mucho le gustaba..

Igualmente, y por más que Isaías intentara cambiar desánimo por la supresión del rito sacrificial, vean las supuestas palabras carentes de amor y compasión de ese...dios.

En broma les decía, ese relato de Isaías nos da un buen antídoto...usemos incienso...jeje

Y presten también atención a cómo el pícaro de Marcos copypastea de Isaías, inventando cosas que hemos creído todos como Verdad y que pone de manifiesto ese engendro llamado *libros sagrados*, porque para justificar una cosa que no cierra...hay que agregarle otras cosas, aunque no sean ciertas..

Capítulo no apto para apocalípticos, especialmente para aquellos que se aferraron a la idea de una *segunda venida de un Cristo lleno de milagros*, pues en eso me apoyo en la Gnosis, Cristo ya vino, hizo lo que debía hacer y no eran precisamente dudosos milagros, sino instruírnos en cosas que serían nuestra real salvación, hablo del Conocimiento.

No te salva nadie...ninguna persona, ni ningún gurú, ni ningún tratamiento, ni ninguna religión, podrán ayudar aunque a veces también perjudicarte dependiendo de en manos de quien uno caiga, empoderarse es dejar de perder tiempo en mentiras, en anestesias, en pececitos de colores, y poner al Cristo adormecido =dentro de quienes lo dejan dormir= a que despierte y ejerza todo su Poder en el Espíritu, ese que activamos cada vez que nos ponemos a pensar...dependiendo de nuestra Verdadera Fé de que Él está ahí, y cuando lo dejamos fluir, corroborar en cada acto de nuestra vida si efectivamente era o no era así.

De lo contrario los esperados resultados durarán lo que duran las mentiras...sólo un tiempo hasta que la Verdad las aniquila, tal como sucede con el inicial éxtasis que todos experimentamos alguna vez cuando creímos hallar el método maravilloso que lamentablemente duró lo que dura el éxtasis..

Y gastamos dinero en cosas que no resisten en el tiempo, que luego decepcionan, y que logran estancar la verdadera evolución del individuo, haciendo de su cerebro un festival de ensaladas mentales de distintas clases, mientras el Espíritu sigue esperando la respuesta a su llamada...y el portador..siempre llama a un número equivocado...

Fuerte abrazo para todos.

El Profeta Isaías.



















Bernard Baruch, un judío estadounidense de Camden, Carolina del Sur, era muy conocido en la primera mitad del s. XX como consejero no oficial de varios presidentes. Tuvo un papel importante en los *think tanks* =laboratorios de ideas= de Woodrow Wilson, Franklin Roosevelt y Harry Truman.
Como hijo de un cirujano que había servido en el Estado Mayor del general confederado Robert E. Lee, la relación con el poder le resultaba bastante natural. Por su parte, David Gergen, nativo de Durham, Carolina del Norte, jugó un rol similar en la historia de EEUU en la segunda mitad del s. XX, como consejero de los presidentes Nixon, Ford, Reagan, George H. W. Bush y Clinton.

Baruch y Gergen son ejemplo de esa rara habilidad de saber navegar las largas fluctuaciones políticas y proveer análisis políticos objetivos en medio de los conflictos partidistas y así guiar la nave del Estado en de aguas turbulentas.
La figura bíblica conocida como *Primer Isaías* jugó un rol similar en el mundo antiguo. Sus escritos se encuentran en el libro de Isaías, capítulos 1 a 39. Su vida abarcó los reinados de cuatro monarcas que rigieron en Jerusalén.

Según el erudito, en temas del Antiguo Testamento, William F. Albright, los reyes Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías gobernaron entre el 783 y el 687 aC, durante un total de 96 años. Isaías ocupó el centro de la escena durante más de 50 años, lo cual prueba su longevidad. Se asomó a la vida pública, según sus palabras, *el año en que murió el rey Ozías* y vivió en uno de los períodos más difíciles de la historia judía.
El gran poder en esos tiempos era Asiría que, como nación guerrera exitosa, había derrotado y sometido a vasallaje a la mayoría de los pueblos del Medio Oriente.

Loa Asirios fueron los que, en el año 721 aC., destruyeron el Reino del Norte de los judíos, conocido como Israel, y deportaron a sus habitantes a través del imperio y de donde jamás regresaron. Pasaron a ser conocidos como *las 10 tribus perdidas de Israel*, y, pese a la mitología desarrollada, a través de los años, por gente que
proclamaba ser descendiente de aquellas tribus, el hecho concreto es que aquellos judíos desaparecieron fundidos en el ADN del Medio Oriente, y compartieron el mismo destino de los cananitas, amoritas, amalecitas y edomitas que los habían precedido.

El mismo profeta Isaías pudo haber sido un miembro de la familia real, todos descendientes del rey David. Ciertamente compartía su estilo de vida y su trasfondo educativo, sus valores y perspectivas. Quizás fue esta relación *de sangre* la que dio pie al umbral que este hombre atravesó en su carrera profética y tal vez sacerdotal, dentro de los estamentos superiores del poder político de Jerusalén. Hay varios pasajes de Isaías que están incorporados en la conciencia occidental hasta el punto de
resultar familiares para muchos.

Entre ellos, está su oráculo acerca de si a Dios le afectaban las actividades rituales y los sacrificios pues, en el capítulo 1, Isaías dice:

*¿Para qué me sirve, dice Yahvé, la multitud de vuestros sacrificios?
Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de grasa de animales gruesos….
No quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos…
El incienso me es abominación.
Cuando extendáis vuestras manos, apartaré de vosotros mis ojos.
Asimismo, cuando multipliquéis la oración, no escucharé*.

Era una poderosa denuncia de las liturgias diseñadas para manipular la deidad y era una llamada a apartar *sus malos actos de delante de mis ojos; dejad de hacer el mal; aprended a hacer el bien, buscad la justicia, corregid la opresión, defended a los huérfanos y proteged a las viudas, dice el Señor*. La tensión entre palabras y ritos litúrgicos por un lado y calidad de vida por otro, siempre ha estado presente tanto en la vida religiosa judía como en la cristiana.
También en Isaías cap. 1 están las palabras que el presidente Lyndon Johnson citaba regularmente durante sus días como líder de la mayoría en el Senado y después en la Casa Blanca:

*Vengan, razonemos juntos, dice el Señor*.

Desafortunadamente, la idea de Johnson de razonar juntos era para sus oponentes, ponerse en fila, bajarse los pantalones y dejarse marcar a fuego, con la marca LBJ, en lo que la Biblia llama *los cuartos traseros*. Probablemente el pasaje más influyente de Isaías está en el capítulo 7, 14, donde el profeta escribe las palabras que luego se traducirán como: *la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel*.
Este texto inspiró a Mateo y éste creó la narración que ahora interpretamos como base del *nacimiento virginal* de Jesús, el Mesías.

Esta idea, que no se incorporó a la tradición cristiana hasta la novena década, estaba destinada a influir tanto en los credos como en el desarrollo doctrinal posterior.
El hecho es que, sin embargo, ni Pablo, que escribió entre el 51 y el 64 dC., ni Marcos, cuyo evangelio se escribió a principios de los 70, tuvieron conocimiento de esta tradición del nacimiento de una virgen. Al referirse al nacimiento de Jesús, Pablo sólo dice *nacido de mujer*, como cualquier niño, y *nacido bajo la ley* como cualquier otro niño judío =Gálatas 4:4=.

Marcos, en la primera parte de su texto =3:19- 35=, incorpora a la tradición cristiana la información de que la madre de Jesús pensaba que su hijo, ya adulto, había perdido el juicio y por eso trata de llevárselo consigo y retirarlo de la escena. Difícilmente sería éste el comportamiento de una mujer a la que un ángel le hubiese anunciado, como luego dirá Lucas, que *el niño que nacerá de ti será santo y será llamado Hijo de Dios* =Lucas 1:35=
Mateo distorsionó el versículo de Isaías 7, y si lo hizo a propósito o accidentalmente, nunca lo sabremos.

En primer lugar, no citó a Isaías con exactitud. El hebreo original no dice *He aquí que una virgen concebirá*, sino *He aquí que la doncella está encinta*. Estas dos expresiones no son iguales =una cosa es virgen *parthenos* en la traducción griega de los LXX y otra es una muchacha o una joven recién casada, según el término hebreo 'almáh= y la iglesia cristiana ha sabido de este error desde mediados del siglo II cuando el judío Trifón se lo indica a Justino mártir en un diálogo famoso, que se ha conservado.

El segundo error, en el uso por parte de Mateo del versículo de Isaías, es que el niño anunciado por el profeta iba a ser, tan sólo, una señal para el rey Ajaz, en el s. VIII aC, de que el ataque del rey Peka, del Reino del Norte, y de su aliado el rey Rezín de Siria, que en aquel momento sitiaban a Jerusalén, no significaría la caída definitiva de la Ciudad santa. Peka y Rezín habían emprendido una guerra contra Judá al negarse éste a sumarse a la resistencia conjunta contra el creciente poder Asirio.
El rey Ajaz prefirió ser vasallo a ser derrotado y firmó un tratado con los Asirios.

El Reino del Norte, decidió resistir y fue destruido.
Hay una relación directa entre la cita errónea de Mateo, y la expresión *nacido de María virgen* de los credos, más las representaciones navideñas y el desarrollo doctrinal cristiano posterior que, a lo largo de su historia, convirtió a María primero en una madre virgen, luego en una virgen durante toda su vida, pues, según la doctrina, lo fue no sólo antes y durante sino también después del parto, por lo que no tuvo más hijos.

Y por último, en un plano más global, la convirtió en un ser especial al afirmar, respecto de su pasado, que fue concebida sin mancha original =inmaculada= y, por último, respecto de su final, que, siendo la muerte castigo del pecado y no teniéndolo ella, no había muerto sino que se había dormido y había sido asumida en los cielos, algo que además de ser una tradición antigua, la iglesia católico-romana lo definió como dogma a mediados del siglo XX.
Difícil encontrar, pues, un ejemplo mejor de que las palabras, su traducción, su interpretación y su fijación en ideas tienen poder y consecuencias.

Otra parte de Isaías que ha influido poderosamente en la historia religiosa son sus apocalípticos capítulos 34 y 35 y su forma de describir el Reino de Dios y su venida.
El profeta ruega a las naciones del mundo que escuchen. Les informa de la ira del Señor y que éste tomará venganza por sus maldades y traerá Su Reino a la tierra.
Según Isaías, será un día de venganza contra los enemigos del pueblo de Dios y su diatriba es la propia de la religión tribal en su máxima expresión.
Pero, cuando *llegue el día del Señor*, los signos serán de plenitud y cumplimiento:

*Se alegrarán el desierto y el erial;
La estepa se gozará y florecerá.
Como la rosa florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo.
Entonces, los ojos de los ciegos se abrirán, los oídos de los sordos se destaparán y el cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo.
Porque aguas correrán en el desierto y torrentes en la estepa.

El que camine por esta senda, por torpe que sea, no se extraviará.
Los redimidos por Yahvé volverán a Sión con alegría y habrá gozo perpetuo sobre sus cabezas.
Tendrán gozo y alegría, y la tristeza y el llanto huirán*.

Inútil recordarles cuán poderosamente modeló la presentación de Jesús en los evangelios este fragmento de Isaías. Conviene aclarar aquí que Marcos fue el primero en insertar milagros en la historia de Jesús. Pablo no dejó dicho nada de un Jesús sanador milagroso. Mateo y Lucas, que incorporaron partes sustanciales de Marcos en sus evangelios, ampliaron los milagros y los conectaron expresamente con Isaías 35 para que no cupiera error acerca de su fuente.
Según ambos, Mateo y Lucas, Juan Bautista envió mensajeros a Jesús para que le preguntaran:

*¿Eres tú el que había de venir =entiéndase el mesías= o hemos de esperar a otro?* A lo que Jesús respondió, *Id y decid a Juan lo que habéis visto y oído* y luego cita Isaías 35 y añade que, en efecto, los signos de la llegada del Reino están sucediendo en su vida: Los ciegos ven, los sordos oyen, los lisiados caminan y los mudos cantan
=Mateo 11: 1-6 y Lucas 7: 18-23=.

Bastante tiempo después de la crucifixión, fue cuando los discípulos incorporaron las señales del Reino en la historia de Jesús; ello fue cuando llegaron a la evidencia de que en la vida de Jesús había llegado el Reino de Dios realmente o que, por lo menos, en ella habían llegado los primeros frutos de aquel Reino. Así es como los milagros pasaron a formar parte del relato sobre Jesús. Desde su creación, estos relatos no fueron crónicas de sucesos reales, en el sentido de haber ocurrido literalmente, sino que fueron señales propuestas como anuncios, en forma de acciones y por tanto de relatos, de que, en Jesús, empezaba a darse el Reino de Dios.

El Reino no había llegado plenamente con Jesús.
Su vida sólo había sido *una anticipación de la gloria divina*. Para establecer plenamente el Reino, Jesús tenía que *venir de nuevo*. Y así fue como la idea de una segunda venida de Cristo pasó a formar parte de la narrativa cristiana.

Les he hablado, pues, de algunos de los principales fragmentos del profeta Isaías que el cristianismo aprovechó. Hay que señalar, sin embargo, para terminar, que estas contribuciones proceden de los capítulos 1 a 39 del libro: lo que los eruditos llaman el Primer Isaías. Los capítulos 40 a 55 fueron escritos por un Segundo Isaías, y probablemente un Tercer Isaías escribió los capítulos 56 a 66.
En la próxima entrega, nos fijaremos en el Segundo Isaías.

-John Shelby Spong

Gilgamesh***

lunes, 6 de marzo de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 11 *

***Hermosa noche de Lunes para todos.

Dada mi faena que espero culminar ésta semana, les voy a acompañar al menos con nuestros capítulos súper-interesantes del Cura Spong, esperando que les pueda clarificar =especialmente a aquellos que son creyentes basados en las religiones tradicionales= mucho de lo que hemos leído como borregos sin la capacidad de analizar los textos, pero claro...ese patrimonio ha sido y es exclusivo de quienes entran a los seminarios y les enseñan teología..


Lo dice un Obispo...atentos a ésto, y no cualquier lector común de las Escrituras, digo ésto en especial para aquellos que se atribuyen haber estudiado los libros y creen estar capacitados para tirar de las orejas al rebaño, que como todo rebaño...sólo sabe.. decir...meee..meee...meee;




El significado de los Preofetas


Si sacáramos el libro de Daniel del Antiguo Testamento, nos haríamos una idea mucho más clara sobre los profetas de Israel. El libro de Daniel, que se escribió en tiempo de los Macabeos y no en el período persa tal como pretende el texto, no guarda relación con los otros textos proféticos.

Debería contarse entre los apócrifos y no en el Antiguo Testamento, pero esto molestaría a quienes les gusta predecir el fin del mundo y citar esta fuente. De modo que, exceptuando a Daniel, los demás textos proféticos =Isaías, Jeremías, Ezequiel y lo que originalmente se llamó el Libro de los Doce y que ahora conocemos como los *profetas menores*, desde Oseas hasta Malaquías= se pueden examinar desde ángulos parecidos.

En primer lugar, si consideramos el Libro de los Doce como un solo volumen, que es el modo judío de hacerlo, notaremos que tiene una extensión similar a los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel. La razón no es la profundidad del contenido sino la longitud del rollo en el que se escribieron. Esto nos ayuda a entender por qué los nuevos escritos que merecían incluirse en las Escrituras se añadieron a los rollos en los que aún había espacio libre. Jeremías y Ezequiel parecen unidades verdaderas, escritas por un autor, cosa que obviamente no ocurre con Isaías o el Libro de los Doce.

En Isaías se ha identificado el trabajo de tres autores diferentes, separados entre sí nada menos que por 300 años. El libro de Zacarías =c. 1-8 y c. 9-14=, que es uno de los Doce, se considera hoy trabajo de dos autores distantes en el tiempo de por lo menos 100 años. Se especula además acerca de Malaquías, el último de los Doce profetas menores, que al final debería ser la parte tercera de Zacarías =sus capítulos 15-18=, y cuyo nombre, Malaquías, entonces se entendería mejor porque de suyo sólo significa *mi mensajero*. Si hago estas explicaciones preliminares es para establecer el trasfondo material de nuestro estudio sobre el contenido de los Profetas y, más específicamente, de los Profetas cuyo trabajo se incorporó a las Escrituras sagradas de Israel.

La misión profética formó parte de la vida judía a partir de los días de Samuel, que vivió en el siglo XI aC. Sin embargo, Samuel fue más bien el último de los jueces y no tanto el primero de los profetas, pero sobre todo fue una figura fundamental. Ya mencioné en una columna anterior la historia de Natán y su papel en el arranque del movimiento profético judío. Al poner al rey David ante la ley moral humana procedente de Dios, Natán estableció lo propio de la identidad del profeta: hablar en nombre de Dios, fuera de las estructuras de la autoridad política y eclesiástica pero dentro del marco del pueblo.

Elías y Eliseo continuaron en la línea de Natán y se hicieron merecedores de otro título, otorgado por el rey Acab a Elías: el de *Perturbadores de Israel* =1 Reyes 18:17=; título que vale para ellos dos y para los profetas que vinieron después.
No existen los profetas designados por los hombres. Tampoco el papel de *profeta* es un puesto fijo al que uno pueda postularse. Nadie puede estudiar la carrera profética. La designación de profeta la otorga sólo la historia y normalmente mucho después del fin de la vida del tal profeta.

Los profetas se reconocen retrospectivamente, póstumamente. ¿Hay algún personaje moderno que nos ayude a entender bien lo que es un profeta? Inmediatamente me vienen dos personas a la mente: Martin Luther King Jr. y Aleksander Solzhenitsyn. King habló desde fuera de las estructuras de la iglesia y del estado cuando se convirtió en la voz de la población negra de EEUU, segregada por la sociedad y encapsulada por el prejuicio y el miedo. King hizo que el mundo político tuviese que hacer frente a la negativa de la población negra a seguir aceptando el estatus de descastados.

Se enfrentó a los líderes de la institución religiosa en su carta desde la cárcel de Birmingham. Periódicamente arrestado por la policía, calumniado por políticos y periódicos locales, intervenidos sus teléfonos nada menos que por J. Edgar Hoover, director del FBI, y
asesinado al fin, cuando lideraba la huelga de los recolectores de basura en Memphis, King dio esperanza y dignidad a su pueblo. Llamó a toda la nación a arrepentirse de su pasado y a soñar con una sociedad basada en la justicia; una sociedad, decía, en la que el valor de las personas provendría del *contenido de su carácter* y no del *color de su piel*.

Bastante después de su muerte en 1968, la nación, agradecida, reconoció su liderazgo profético y creó una fiesta nacional para honrar su memoria. Cuarenta años después de su muerte, su legado aún puede constatarse en el hecho de que un afro-americano llamado Barack Obama sea el candidato del Partido Demócrata a la presidencia de EEUU, algo imposible antes de Martin Luther King. En su campaña para la nominación, el senador Obama citó al Dr. King cada vez que alguien sugería que era demasiado joven e inexperto para el cargo al que aspiraba.

El Dr. King se había referido a *la intensa urgencia del presente*. Cuando las fuerzas del cambio se coaligan en torno a un candidato y lo ponen en el centro de la escena, es señal de que ha llegado el momento. *Éste es nuestro tiempo, nuestro momento*, dijo, y la gente respondió. El Dr. King cambió la historia de este país. Es justo que, tras su muerte, la nación lo considere un profeta. Aleksander Solzhenitsyn habló mediante su talento literario, y alcanzó los centros del poder comunista en la antigua Unión Soviética. Incapaz de soportar el peso de sus palabras, el poder le hizo sufrir la suerte de los profetas.

Los líderes soviéticos lo expulsaron del sindicato de escritores, lo encarcelaron en los gulags de su tiempo y, finalmente, lo expulsaron del país. Desistieron de ejecutar a este opositor del orden establecido porque los intelectuales del mundo entero salieron en su defensa. Gente tan diversa como J-P. Sartre, W. H. Auden, Arthur Miller, Truman Capote y John Updike entre otros, convirtieron el trato del gobierno soviético a Solzhenitsyn en un tema de interés internacional. Durante su posterior exilio en Vermont, sus libros tuvieron amplia difusión.

Un día en la vida de Iván Denisovich y El Archipiélago Gulag hicieron patente, ante el mundo entero, la desvalorización de la humanidad por parte de su gobierno. La gente de occidente lo consideró su campeón sin entender que un profeta no es siervo de nadie fuera de la verdad de su conciencia.
Esto se hizo patente cuando Solzhenitsyn pronunció la conferencia inaugural en Harvard, a la que se le invitó en 1978. Gente de todas partes de EEUU y del mundo occidental esperaban oír palabras de encomio por parte de alguien que seguro que validaría sus posiciones.

Tal expectativa fue un claro ejemplo de lo discutible del viejo adagio que dice que *el enemigo de mi enemigo es mi amigo*. Un profeta como Solzhenitsyn servía a un amo diferente y, como suelen hacer los profetas, marchó al son de su propio tambor. En este discurso dijo que EEUU era *espiritualmente débil, y que estaba enlodado por el materialismo*. Fustigó a nuestro gobierno por su debilidad en Vietnam y sugirió que nuestros líderes, al satisfacer presiones políticas locales, se habían precipitado, al decidir retirarse de allí, dados los males del comunismo.

Luego criticó a la prensa por violar los estándares de la decencia y a cualquier gobierno que creyera poder defender la libertad usando tácticas de dictadores, como intervenir teléfonos, invadir la privacidad y lanzar guerras de agresión.
Bajo el régimen del presidente Putin, Solzhenitsyn, ya anciano, obtuvo por fin permiso para regresar a Rusia, donde falleció recientemente. Su muerte fue un acontecimiento que ocupó la primera página de los periódicos en EEUU, con extensos informes biográficos sobre su papel en la historia.

En Rusia, en cambio, su muerte apenas si fue noticia y no hizo ningún ruido, lo cual confirma, una vez más, la afirmación de Jesús de que *nadie es profeta en su tierra*. Sin embargo, ni los tributos ni los reconocimientos hacen al profeta. Los profetas resucitan después de muertos cuando la gente empieza a comprender que alguien de gran visión vivió entre ellos. Dentro de algunas generaciones, a Solzhenitsyn se le reconocerá como profeta, se le honrará en su patria y se le colocará junto a gigantes como Tolstoi o Chéjov, pues fue alguien que marcó una diferencia, una disidencia.

Así ocurrió con los profetas bíblicos. Cada uno ya había muerto mucho tiempo antes de que alguna generación posterior incorporase sus escritos en las Sagradas Escrituras. Sólo cuando los poderes institucionales decidieron que Isaías, Amós, Miqueas y Zacarías fueran profetas y que sus voces debían oírlas todos, fue cuando acabó su estatus de *perturbadores de Israel* y pasaron a ser profetas en cuyas palabras la voz de Dios se podía hacer oír. 
¿Hablan todos los profetas bíblicos con igual peso y autoridad? 
No. 
No creo que nuestro mundo fuese más pobre espiritualmente si se hubiesen perdido los testimonios de Ageo, Nahúm o Sofonías.

Es un hecho: muchas personas que dicen valorar la Biblia no tienen ni idea del mensaje de estos tres profetas. Sin embargo, aún conmueve a la gente la voz de Oseas, que presenta a Dios como amor; o la voz de Amós, que presenta a Dios como justicia; o la voz de Miqueas, que diferencia nítidamente entre liturgia y vida; o la comprensión de la universalidad que hay en el libro de Jonás, o las magníficas descripciones del *Siervo sufriente* del Segundo Isaías, o las palabras acerca del *buen pastor* del Segundo Zacarías. Es más, algunos judíos del siglo I procesaron y formularon su experiencia con Jesús justo a través de las palabras de estos profetas.

Es hora pues de que, en esta serie sobre los orígenes de la Biblia, nos fijemos en algunos de estos profetas. Les invito a desprenderse de ideas preconcebidas, a acompañarme en el estudio de estas voces que los judíos llamaron *proféticas* y a empezar a comprender el modo como ellos han

influido en nuestra historia y en nuestra vida.

John Shelby Spong


Gilgamesh***

miércoles, 1 de marzo de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 10 *

***Próspero inicio de Marzo para todos.

Mucho hay para compartir pero mi faena albañileril ocasional con una ola de calor que no afloja, me impiden editar con el debido tiempo, así que como para no dejar la mesa vacía en ésta noche, les continúo compartiendo el gran estudio del Sacerdote Spong sobre nuestros libros sagrados...esos que forjaron la llamada *religión*.
Fuerte abrazo para todos.



Elías y Eliseo-Inolvidables personajes

El pasado otoño, mientras repasaba las columnas de la serie Orígenes de la Biblia con el fin de publicarlas en Harper Collins el año que viene con el título: *Reclamar la Biblia para un mundo no religioso*, me sorprendió lo siguiente: en el apartado sobre el surgimiento de los profetas, había saltado desde Natán, a quien considero el fundador del rol de los profetas, a los profetas que van desde Isaías a Malaquías. Esto quiere decir que había dejado de lado a dos profetas que, por otra parte, son de los más extravagante que hay en la historia judía: Elías y Eliseo.

Esta omisión tenía tanta relevancia que inmediatamente sentí que debía completar mi trabajo añadiendo una columna sobre estas dos figuras que, en el siglo IX aC, tuvieron gran autoridad para los judíos y por consiguiente en la Biblia. Por eso espero que se reciba y valore esta Columna.

Las historias de Elías y Eliseo se encuentran entre 1 Reyes 17, donde de repente aparece Elías, y 2 Reyes 13, donde Eliseo aparece por última vez, cuando su muerte. Hay en estos capítulos narraciones de lo más dramáticas pues sus aventuras son un tanto teatrales y fantásticas pero siempre muy interesantes.

Elías y Eliseo juegan además un papel importante en el desarrollo de la primerísima literatura cristiana. Muchos pasajes de los Evangelios no tendrían lógica si no comprendiésemos que ambos personajes están en el trasfondo de los mismos. 
El retorno de Elías era lo que, para los judíos, iba a anunciar la venida del mesías. 

Por tanto, su recuerdo ocupa un lugar destacado en la representación de Juan Bautista, el precursor de Jesús. Marcos, a diferencia de Pablo que lo ignora, es el primero que introduce a Juan Bautista en la tradición cristiana; y lo presenta como un nuevo Elías: viste su ropa, se alimenta como él y vive en el desierto igual que él.

La tradición sinóptica, además, presenta al mesías como un nuevo y mayor Elías, de modo que la historia de Elías, y también la de Eliseo aunque algo menos, dan forma a parte de la historia de Jesús, especialmente en el evangelio de Lucas.
Permítanme que ahora examine más de cerca estas dos figuras. 

A Elías se le conocía como Tesbita pues provenía de Tisbé de Galaad, una región al este del Jordán. Su aparición en la historia es dramática. Había una gran sequía en toda la tierra que, al parecer, Elías le había anunciado al rey Ajab, del Reino del Norte, casado con Jezabel.

Como suele ocurrir, la culpa de la mala noticia se le adjudicó al mensajero, de modo que se consideró a Elías el responsable de la misma. Al poner precio a su cabeza, Elías huye a esconderse, primero cerca del torrente de Kerit, en el desierto. Elías no era un cualquiera pues cuenta la historia que Dios lo cuidó mediante unos cuervos que le traían pan, igual como habían hecho antes, durante la hambruna causada por la sequía. Cuando las aguas del torrente Kerit se secaron, Elías se fue más al este, hasta Sarepta, donde se encontró, por primera vez, con una viuda, madre de un hijo único.

Elías le pidió agua así como también una torta de harina de maíz, pero ella le respondió que sólo le quedaba un poco de harina y aceite y quería hacer una última comida para ella y su hijo antes de morir de hambre. 
Elías le aseguró que, si accedía a su pedido, nunca más, en adelante, le faltaría harina y aceite. 

He aquí, pues, un tema recurrente: la alimentación milagrosa que parece durar siempre. El tema había aparecido primero en la historia del maná caído del cielo; aparecerá de nuevo en la historia de Eliseo y luego aparecerá en los evangelios cuando Jesús con cinco panes y dos peces alimente a varios miles de personas.

Pero, si volvemos a Elías, vemos que más tarde el hijo de la viuda muere y Elías le devuelve la vida. Es el primer relato bíblico de una persona que devuelve la vida a otro. Elías también devolverá la vida a un niño más adelante. Ambas historias serán el trasfondo de dos milagros de Jesús de Nazaret según los sinópticos. 
Otro ejemplo, por tanto, del reciclado midráshico de los evangelistas del siglo I de nuestra era, que siguen en esto una costumbre de los escritores judíos en general.

Conforme con la tradición de Natán que se enfrentó a David, Elías se enfrenta, una y otra vez, al rey Ajab. Por eso se le dio el título de *azote de Israel*. La cuestión que se debatía entre el profeta y el rey era si el culto a Baal y Asherah podía coexistir con el Dios Yahweh, cuyo profeta era Elías. 

Baal y Asherah eran los dioses de la fertilidad de los cananeos, y su culto aún persistía y Jezabel lo apoyaba. Por eso Elías retó a los sacerdotes de Baal y Asherah en el monte Carmelo. Cuatrocientos sacerdotes de Baal y cuatrocientos cincuenta de Asherah frente a la figura solitaria y heroica de Elías.

¿Cuál de los dioses respondería a las súplicas y haría derramar fuego sobre el toro sacrificado? Siguiendo un orden propio de las leyendas, primero les tocó a los sacerdotes de Baal y Asherah quienes bailaron, cantaron e incluso se laceraron mientras suplicaban a sus dioses. Pero no hubo respuesta. 
El fuego celestial no se manifestó. 
Mientras esto sucedía, Elías, revestido de pieles como persona importante, se burlaba de ellos diciéndoles que quizá su Dios estaba dormido. 

Luego, llegó su turno y, para reforzar el poder del milagro que estaba seguro que iba a suceder, derramó varios barriles de agua sobre el altar y el animal sacrificado hasta que el agua llenó la zanja de alrededor.
Entonces, Elías suplicó a Yahvé que hiciera bajar fuego del cielo y, en efecto, el fuego bajó y destruyó con sus llamas el animal sacrificado, además de evaporar toda el agua de alrededor. Elías ganó y no tuvo clemencia: 
cortó la cabeza de todos los falsos sacerdotes con su espada y así purificó el culto de Israel. 
Y parece que el milagro fue eficaz pues lo repitió dos veces más, según recoge la Biblia.

La ascensión al cielo de Elías, al término de su vida, es muy espectacular también pues Elías no murió sino que una carroza tirada por caballos de fuego y un torbellino lo arrebató y lo propulsó al firmamento. Siglos más tarde, Lucas incorporó alguno de estos elementos en su relato de la ascensión de Jesús.

En el ciclo de Eliseo, sucesor escogido por Elías, se repiten muchos elementos. Es usual entre los judíos el recurso del midrash, mediante el cual se reciclan los relatos y uno nuevo se escribe sobre uno antiguo.

Separar las aguas para atravesar a pie enjuto algún mar o algún río, lo hicieron, primero Moisés y luego Josué, y luego también Elías y Eliseo. Sin embargo, Eliseo, como Elías, tenía cualidades menos admirables que la de obrar *milagros*. No es normal montar en cólera cuando unos niños te llaman *calvo* hacer que dos osas enormes salgan del bosque y los devoren.
Eliseo también hacía flotar en un río la cabeza de un hacha para que pueda encontrarse.

Y, al igual que Elías, podía devolver la vida a los muertos y curar la lepra de los extranjeros con sólo mandarles lavarse en el Jordán. Como Moisés y Elías, Eliseo tenía poder sobre el clima y lo emplea para castigar a los judíos por sus pecados, especialmente al rey por su la falta de fe. También se decía que podía hacer que una mujer estéril concibiese y este poder lo relaciona con los nacimientos de Sansón y de Samuel, así como con el nacimiento de Jesús.
Las historias de Elías y Elíseo están llenas de milagros, magia, fantasías y esquemas narrativos populares, todos construidos sobre lo que probablemente era una muy mínima base histórica.

Sin embargo, ambos consolidan el papel de los profetas en Israel, que consiste básicamente en hablar con autoridad frente al poder político. Lo interesante de estas narraciones es que establecen que nadie, ni siquiera el rey, puede escapar a la ley moral de Dios que un hombre puede siempre discernir.
Elías y Eliseo fluyen juntos a lo largo de la Biblia y es difícil separarlos. Hay cosas que se ordenan a Elías y que finalmente se cumplen en vida de Eliseo y, a veces, incluso después.

El juramento que había hecho la Reina Jezabel, de cortarle la cabeza a Elías por haber decapitado él a los ochocientos cincuenta sacerdotes de Baal en el monte Carmelo, no se cumplió hasta que, siglos después, otra reina, Herodías, mujer del rey Herodes, hiciera decapitar al Bautista, nuevo Elías que anunciaba la venida del mesías. En el evangelio de Lucas, muchos temas en torno a Jesús son reinterpretaciones de los relatos de Elías, magnificados y reutilizados.
Elías y Eliseo, son figura importantes en la historia judía y, sobre todo, son un puente con los profetas posteriores, del siglo VIII en adelante.

La misión principal de este grupo de profetas posterior fue transformar la religión, que debía dejar de ser una adoración externa y sólo ritual, de un dios tribal, vengativo y sanguinario como los humanos, y pasar a valorar una presencia divina universal, con un concepto de la unidad basado no en la dominación sino en un sentido ardiente de la justicia y, por momentos, el amor; una religión referida a un Dios que quiere misericordia y no sacrificios, y que afirma que la religión consiste en vivir con rectitud la propia vida y caminar en la presencia de Dios, más que en practicar una liturgia.

Mientras releía los pasajes de las historias de Elías y Eliseo el pasado otoño, volví a darme cuenta de la gran dependencia del relato cristiano respecto de los textos judíos, y de cómo nada se puede interpretar literalmente en los evangelios ni en los relatos hebreos, cuyos temas siempre vuelven a aparecer de generación en generación. La eternidad de Dios aparece a través de los temas y símbolos que siempre reaparecen, como el poder de controlar la naturaleza, de mandar sobre el fuego, de proporcionar alimentos y de volver a la vida a la gente.

En un momento culminante de los evangelios, en el monte de la Transfiguración, Elías está junto a Moisés y ambos, como símbolo de la Ley y de los Profetas, hablan con Jesús. Los autores de los evangelios vienen a decir, en esta escena, que, para comprender a Jesús, hay que leer las Escrituras hebreas, y esto es mucha verdad.

John Shelby Spong

Gilgamesh***

viernes, 3 de febrero de 2017

* John Shelby Spong; abriendo ojos 9 *

***Hermosa noche de alfinViernes para todos.
Continuamos con el gran trabajo del Cura Spong, hoy historias reveladores sobre profetas.
Siempre he pensado que, no es de dios enviar profetas únicamente en tiempos justamente de redactarse los libros sagrados, o nunca existieron o siempre han existido, es decir que incluso hoy mismo.

Me imagino cuántos chantas como los que hoy conocemos bien habrían podido ser *profetas* si la sociedad hubiera sido lo suficientemente ignorante para darse cuenta que sus maquinaciones nada tenía que ver con visiones o mensajes de algún dios.

El Cura Spong da un claro ejemplo de lo que digo, por lo cual siempre han existido seres con la enorme capacidad de percibir o anticiparse al resto, mentes pre-claras que embuídas en el Espíritu que todo lo guía, han tenido la capacidad de exhibir sus parábolas, su sapiencia, su don, pero nada más alejado de lo que nosotros hemos interpretado como *profetas* que hacen profecías, tal como hasta el día de hoy lamentablemente vemos.

El único Profeta de esos tiempos que efectivamente traía un mensaje de línea directa con el Padre fué Cristo, el resto solo apenas mentes pre-claras.
Mentes pre-claras que hoy también existen y que generalmente no se hacen propaganda ni forman grupos ni mucho menos cobran ni piden donaciones, un Profeta no necesita absolutamente nada, sólo comunicar su saber a quien lo quiera conocer.
Les dejo entonces con ésta joya que nos regala John Shelby Spong.

Los Profetas



Los profetas hebreos no son versiones religiosas de adivinos como Drew Pearson o Jeane Dixon.
No predicen hechos futuros. Son personas impregnadas de valores, de verdad, de lo que podríamos llamar Dios y que, por eso mismo, ven las cosas de la vida con mayor profundidad que el resto. Son gente que, en todo caso, por estar a más altura, pueden percibir tendencias y advertir acerca de ellas, antes que otros puedan hacerlo. Hay artistas a los que se les puede atribuir el don de la adivinación.

Picasso, un famoso pintor español del siglo XX, pintó un cuadro, varios años antes de la Guerra Civil, que mostraba a su país fragmentado por una violenta lucha. La mentalidad bíblica diría que fue un cuadro profético. El pintor vio lo que estaba a la vista pero no todos podían hacer. El poder de los profetas no emana de las estructuras establecidas ni del orden social sino de la visión. Son personas ajenas a las vidas de las autoridades políticas o religiosas. Como tales, eran *perturbadores de Israel*, a decir del rey Acab, refiriéndose a Elías. El sacerdocio establecido siempre rechazó a los profetas porque no estaban ni formados ni ordenados.

Eran espíritus libres que hablaban con una autoridad que, en cierto modo, las autoridades establecidas =gubernamentales o religiosas= envidiaban y ansiaban poseer. La capacidad de los profetas, de dirigirse a las autoridades de un modo que demandaba la atención de éstas era lo característico del espíritu profético. Sin embargo, nada de todo esto responde a la pregunta de por qué el papel de profeta alcanzó tal preeminencia en Israel que la religión se llegó a considerar apoyada, por igual, tanto en la Ley =la Torah= como en los Profetas.

A mi modo de ver, todo empezó en la carismática confrontación entre el más poderoso rey de Israel y un hombre solo, armado únicamente en su sentido de la rectitud de Dios. Esta historia está en el Libro Segundo de Samuel y conserva todo su vigor aún en nuestros días. Recordémosla. El rey David moraba en la casa más alta y grande de Jerusalén, lo que le permitía ver todos los tejados y terrazas de la ciudad. Una tarde, vio a una mujer hermosa bañándose en lo que ella creía ser la privacidad de su terraza. El rey quedó embelesado por los encantos de aquella mujer y de inmediato envió a un mensajero con una invitación para que lo visitara en palacio.

La mujer acudió. Quizá fue que, ante el poder de un rey en aquella época, no tenía otra opción, o quizá fue voluntariamente. El texto no dice nada al respecto y nunca sabremos más. El caso es que David la poseyó y cuando el sexo concluyó, Betsabé, que así se llamaba la mujer, volvió a su casa. Sospecho que éste no fue el primero ni el último acto de esta naturaleza por parte del rey David, así que no le dedicó mucha atención a la mujer una vez terminada la cita. Transcurridas algunas semanas y ya olvidado todo, un mensaje llegó a palacio, directamente para el rey, que se lo recordó. El mensaje decía: *Rey David, quiero que sepas que espero un hijo tuyo*, firmado: Betsabé.

Al leer esto, David respondió con una evasiva típica: *Eres una mujer casada*, cosa que el texto bíblico nos revela entonces, de lo que se sigue la naturaleza adúltera del acto del rey con ella pero también la excusa: *¿Por qué dices que la criatura que esperas es hijo mío?*. A lo que Betsabé respondió de inmediato: *Cierto, soy una mujer casada pero mi marido, Urías, es un soldado al servicio del rey y está combatiendo bajo las órdenes del general Joab; por eso no ha estado en casa desde hace meses y no hay duda, oh Rey, de que tú eres el padre de la criatura*.

Renuente ante su responsabilidad, el rey maquinó un plan alternativo. Su plan B, que no sería la primera vez que lo habría utilizado, consistió en otorgar un permiso a Urías para que éste pudiera volver a su casa, disfrutar del lecho conyugal y, en un mundo previo al ADN, podría decirse, simplemente, que la criatura habría nacido prematuramente. Un mensajero llevó el permiso real al campo de batalla y un sorprendido Urías se encontró con un permiso sin precedentes.

Sin embargo, el rey David no previó que Urías tenía madera de *boy scout* y que lo primero para él era ser soldado y ser fiel a la camaradería de las armas: *No sería justo ni apropiado que yo disfrutara de las comodidades de mi hogar y de mi esposa mientras mis camaradas sangran y mueren en el campo de batalla del que he sido arrebatado. Por tanto, en solidaridad con mismcompañeros, no entraré en mi hogar durante el permiso*. Ostentosamente, Urías instaló una pequeña carpa en el camino frente a su casa y pasó todo el período de su licencia allí.

Al ver esto y sentirse atrapado, David comenzó a tramar un plan C., Joab, el comandante en jefe, recibió una nueva orden real, sellada, que el mismo Urías le entregó en propia mano de vuelta del permiso. En la carta, David ordenaba a Joab organizar un ataque en cuña contra las puertas de la capital del enemigo y colocar a Urías en la cabeza de la cuña. Su muerte sería inevitable, tal como así fue. Urías cayó en el ataque, Joab se lo notificó al rey y el problema quedó resuelto. David envió a buscar entonces a Betsabé, que pasó a formar parte de su harén y quizá en un lugar destacado.

Por fin, el rey David sintió que su problema se había solucionado.
Sin embargo, la indigna conducta del rey no pasó desapercibida para un hombre santo y altamente respetado como Natán. Natán decidió que debía enfrentarse al rey a causa de aquella acción. La reputación de Natán era tal que el rey, sin sospechar a lo que venía, le otorgó audiencia cuando éste se la solicitó. Debió de ser un encuentro extraño. Por un lado, el rey David en su cámara real, rodeado de la riqueza, el poder y la opulencia propias de la realeza.

De pie, frente a él, Natán, armado sólo con el sentido de la rectitud contenida en lo que él consideraba la ley moral de Dios y del universo. Cuando estuvieron solos, Natán contó al rey que había habido una gran injusticia en sus dominios y que él se sentía obligado a comunicárselo. El rey animó a Natán a continuar y Natán así lo hizo pero en forma de parábola. Hela aquí: un hombre pobre tenía una sola oveja a la que su familia trataba como mascota. La oveja se alimentaba en la mesa familiar, dormía dentro de la casa y compartía el amor de la familia.

Otro hombre que vivía cerca, continuó Natán, era rico y poseía grandes rebaños de ovejas.
Un día, el hombre rico recibió una visita honorable a la que, según las costumbres, debía honrar con un banquete. Pero, en vez de tomar una oveja de sus establos, fue donde su vecino y tomó su única oveja, la sacrificó, la adobó y la cocinó para servirla a su invitado. Ambos comieron opíparamente mientras el vecino y su familia estaban desolados. Al terminar, Natán guardó silencio y dejó que la historia calase en el oyente.

David reaccionó lleno de ira y declaró: *El hombre que ha hecho esto debe morir*. Y, entonces, en uno de los momentos dramáticos mejores de toda la Biblia, Natán fijó sus ojos en David y le dijo: *¡Tú eres ese hombre!* Natán llamaba al rey todopoderoso, a responder de sus actos. Nadie está por encima de la ley de Dios, aprendió David. Fue una rara lección en aquel mundo antiguo y fue un mensaje verdaderamente singular para el pueblo de Israel. A David podía haberlo elegido Dios para ser rey, pero aun el rey de Israel vive bajo la ley de Dios inscrita en los corazones, y debe responder de su comportamiento.

David tuvo el gran mérito de no expulsar a Natán de su presencia, de escuchar, a través de las palabras del hombre santo, la voz de Dios, y de arrepentirse personal y públicamente. Buscó hacer actos de restitución. Cuando el hijo fruto de su relación adúltera murió al poco de nacer, David interpretó su muerte como un castigo. Quizá queriendo hacer lo correcto, David elevó a Betsabé al rango de reina. Su segundo hijo con ella nació poco después: fue Salomón, el sucesor que dio solidez al linaje real que duraría, por lo menos en el reino del Sur, durante más de 400 años hasta su destrucción a manos de los babilonios en el 586 aC.

La inclusión del valeroso acto de Natán en las Escrituras significa que este episodio entró en los anales de la memoria judía. Al formar parte de ellas, estaba destinado a la lectura en las liturgias que iban a sucederse durante siglos y siglos. A Natán se le llamó profeta, y por su causa el destino profético entró en la vida de Israel. La tarea de los profetas era hablar en nombre de Dios en las fortalezas del poder; era reclamar, para la ley de Dios, una autoridad absoluta; y era afirmar que no hay nadie sobre la tierra que no esté bajo la Ley de Yahvé. A partir de entonces, no hubo monarquía absoluta en Israel.

Natán inició la misión profética en Israel. Hizo que Israel fuera la nación en la que nadie podía tener un poder que estuviera por encima de la Ley. Esto hizo que Israel fuera estructuralmente distinto del resto de las naciones del mundo antiguo. Israel fue la única nación que produjo una tradición profética que alcanzó fuerza como para que lo característico suyo fuera que ya no se hablase más de *la Ley y el Templo* sino de *la Ley y los Profetas*.
Examinaremos algunas voces proféticas en los próximos capítulos.

John Shelby Spong

Gilgamesh***